El hambre golpea nuevamente a la puerta de Cuba

En Cuba comienza a escasear el pan. Repentinamente, el Gobierno cubano anunció que hasta finales de marzo no podrán garantizar el suministro del pan subvencionado, un símbolo del alimento básico en la dieta cubana. Sin dar más detalles, el ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL) informó que la razón es la falta de harina de trigo debido a «situaciones específicas con los embarques planificados”.

Este anuncio llega en medio de una grave crisis de escasez de alimentos, medicinas y petróleo, inflación, cortes eléctricos y la dolarización parcial de la economía. Distintos expertos y organizaciones insisten en que esta situación es producto del mal manejo en la política económica del país, pero también se debe a los rezagos de la pandemia del COVID-19 y a las sanciones de Estados Unidos.

En conversación con DW, una representante del Food Monitor Program, organización que analiza la seguridad alimentaria en Cuba, explica que esta situación no es nueva, pero sí tiene ciertas diferencias. «Esta crisis es grave, porque el pan y la sal son alimentos básicos para una población normal, y es cíclica. La gente cree que se trata de un remanente del COVID-19 o de las guerras en Ucrania o Gaza, pero pasa desde 2018 y la última fue a mediados de 2023. La diferencia ahora es que el gobierno lo está admitiendo cada vez más y por televisión nacional”, recuerda la activista, que por seguridad prefiere no hacer público su nombre.

Pan sin buen sabor

En el país caribeño se reparte el pan subvencionado en bodegas, un sistema que se instauró en 1962. Pero también existen panaderías particulares que producen pan para cierta cantidad de vecinos en la localidad. El pan subvencionado cuesta actualmente un peso cubano, que equivale a cuatro centavos de dólar al cambio oficial. Pero aquí hay que tener en cuenta que, en realidad, en el extendido mercado informal de divisas, un dólar corresponde a 300 pesos y que el salario mínimo en Cuba es de 2.100 pesos. En una panadería privada, un paquete de cinco panes puede costar 350 pesos.

Según datos del Food Monitor Program, la mayoría de las familias cubanas usan al menos un 90% de sus ingresos para comer. El salario mínimo, que también equivale a una jubilación, alcanzaría hoy en día, por ejemplo, solo para comprar una bolsa de leche y un cartón de 12 huevos. «Pero la bolsa de pan en las panaderías particulares aumentó este fin de semana a 1.000 pesos, es decir, la mitad de un salario mensual, lo que refleja una inflación sin precedentes en Cuba”, dice la acedémica cubana, subrayando que esos precios ya no tienden a bajar cuando se regulariza la situación.

A pesar de no tener buen sabor, agrega, ese pan subvencionado era uno de los remanentes de la entrega socialista que aún sobrevivía en una libreta o partida de racionamiento: «Si ahora, además, no tienen ese pan, algo que no ocurrió siquiera en los años noventa, durante el Periodo Especial, están dejando a los cubanos en una situación aún más vulnerable”.

Sobre la grave situación de desabastecimiento ya había alertado en septiembre de 2023 el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), cuyo informe sobre derechos sociales en la isla reveló que el 88% de los cubanos vive en pobreza extrema. La investigación, en la que participaron 1.354 personas en 75 municipios de todo el país, resaltó que la crisis alimentaria y la inflación fueron los principales factores que impactaron en la economía de la mayoría de los hogares ese año.

Falta de cadena alimentaria

En la actualidad, Cuba cuenta con cinco molinos para procesar el trigo, pero solo uno está en funcionamiento y produce 250 toneladas diarias de harina, indica la fuente consultada por DW. Sin embargo, para satisfacer la demanda de pan de la canasta familiar que ofrece el gobierno, el país necesita 20 mil toneladas mensuales de harina. Es decir, dos veces más de lo que produce ahora.

Cuba importa alrededor del 80% de los productos que consume y, según la ONU, la isla gasta unos 2.000 millones de dólares anuales en importación de alimentos. En los últimos años, Cuba ha firmado acuerdos con países aliados, como Rusia, para garantizar el suministro de harina de trigo del pan que subvenciona. «El problema es la falta de inversión y de voluntad gubernamental para crear una cadena alimentaria. Es una consecuencia de una mala administración por décadas”, cree la investigadora cubana.

Esta galopante escasez de alimentos habría llevado a que la población cubana empiece a sufrir de desnutrición. «Hay totalmente una crisis de desnutrición y eso se está viendo reflejado en enfermedades que están resurgiendo: hay un aumento de hipertensión, diabetes y todas las enfermedades que tengan relación de consumo de azúcares y carbohidratos aumentados”, comenta la activista.

La oenegé Food Monitor Program ha podido constatar que, especialmente en las escuelas del interior del país, tampoco se están garantizando almuerzos como antes. «Hemos registrado muchas quejas de madres que no envían a sus hijos a la escuela porque no pueden desayunar. La malnutrición está teniendo un impacto en el trabajo, en la educación y en la salud”, resalta la oenegé. Además, el 90 por ciento de las escuelas no tendría agua potable. «Los niños tienen que llevar una botella de agua de su casa. Lo que consumen en el almuerzo del colegio es arroz y un pan, pero ahora no les van a dar más pan”, lamenta.

Los extremos por conseguir comida

La angustiante búsqueda por conseguir alimentos habría llevado a situaciones extremas, que no era común ver en la isla. «Estamos viendo muchas personas en condición de calle o ancianos pidiendo dinero. Hay una cantidad de males sociales que se han amplificado, como suicidios y enfermedades mentales que no pueden ser tratadas. Hay un abandono infantil sin precedentes y se han llegado a encontrar hasta bebés fallecidos en la basura”, relata la experta cubana.

Asimismo, la criminalidad estaría en aumento, y solo por comida. «Vimos criminalidad durante el Periodo Especial, pero no de esta manera. Incluso estamos viendo a personas que están asesinando y entrando a las casas para robar directamente en los refrigeradores”, afirma.

La principal consecuencia que traerá esta situación, según la representante de Food Monitor Program, es que va a continuar una gran ola migratoria. «Pronosticar que haya más protestas es difícil porque hubo una violencia penal tan grande tras las grandes manifestaciones del 11 de julio de 2021. Para muchos, la opción que queda es el hambre, la incertidumbre y, al que se atreva, la protesta”, afirma la activista.

En este punto, cabe destacar que han surgido iniciativas ciudadanas independientes que se tratan de organizar para ayudar con medicamentos, comida o ropa a quienes más lo necesitan. Ese ese el caso, por ejemplo, de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Cuba, que trata de auxiliar a ancianos, entregándoles diariamente comida cocida.

Con información de EFE

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