Dictadorzuela, por Luis Barragán (@LuisBarraganJ)

Suelen negar la existencia de una dictadura, por el solo hecho de existir un portal como Contraste que, además, permite que nos expresemos cada semana. Apelan a las falacias más elementales, procurando convencer al venezolano común que, por cierto, somos todos, sobre las bondades de un régimen que ha esgrimido   la participación.

 

Por supuesto, quedan en el imaginario social aquellas férreas, testarudas e inflexibles dictaduras  que caracterizaron nuestra historia antes de 1958, y las que sacudieron a buena parte del continente en la más reciente contemporaneidad, siendo el nuestro un país de excepción que, con todas sus fallas, además, ventiladas (y hasta distorsionadas) libremente, supo de la democracia. Hablamos de dictaduras que no admitían resquicio alguno para una individualidad, grupo o fuerza opositora a la que perseguía, asesinaba  y  exiliaba inmediata e implacablemente.

 

Entonces, ¿por qué una dictadura cuando existen partidos, incluso, agremiados en fórmulas unitaria que cuentan con la posibilidad misma de unos comicios? ¿Acaso el mejor ejemplo no residió en las elecciones parlamentarias ganadas por sus adversarios en 2015? ¿No viajan y regresan del exterior los directivos de la Asamblea Nacional que contactan a altos dignatarios para denunciarlos?

 

Las dictaduras militares que tuvimos, contaron con la complicidad de otras que plagaron una región que, por añadidura, no conocía de tratados, acuerdos y mecanismos para defender la libertad y la democracia, los derechos humanos, entre otros relacionados con las políticas sanitarias, medioambientales, etc.; e, incluso, en el marco tan particular  de la Guerra Fría, desempeñaban un importante papel en el  ajedrez geopolítico y geoestraestratégico de la época. A pesar de los esfuerzos de Rómulo Betancourt por defendernos y defender al continente de las otras novedades dictatoriales, como la vivida y sufrida en Cuba desde hace más de medio siglo, emergió la de Castro Ruz luego de traicionar y apuñalar  a las fuerzas democráticas que facilitaron su triunfo, pues sólo la guerrilla de Sierra Maestra no condujo al derrocamiento de Batista.

 

Demostrando la intención y pretensión, la dictadura venezolana del presente aspira a liquidar a todo disidente y opositor, reduciéndolo a la deliberada humillación del hambre   o a su concreta prisión y desaparición, pero ha necesitado de aparentar hasta donde la sea posible una mínima práctica democrática para convencer a la comunidad internacional – ante todo – y a la nacional – ya despreciada  – de una legitimidad que, desde mucho tiempo atrás, ha perdido. Media no sólo un sistema internacional explicado también por convenios y dispositivos de inequívoco talante democrático y de clara defensa de los derechos humanos que le impiden desnudarse completamente, sino también una básica cultura ciudadana que, entre nosotros, distingue muy bien  los usos y abusos, desmanes y atropellos, y que corajudamente ha llenado las calles, avenidas y autopistas del país para una heroica y pacífica protesta.

 

Maduros Moros y  sus  directos socios, como el antecesor y  los suyos, por convicción y propia personalidad, bien desearían y desearon, borrar del mapa al más modesto de los discrepantes, pero – la pantalla lo requería y todavía requiere – le es necesaria una oposición administrable, ornamental y flácida, como ocurrió en la Unión Soviética y en la Polonia comunista décadas atrás, pues, minoritaria e insignificante, ocupaba unas curules de mera escenografía.  Hacen, como hicieron, las inevitables concesiones, redondeando el simulacro, permitiendo la existencia de partidos con una validación tan condicionada, sorprendidos con unos resultados parlamentarios demasiado adversos que ahora tratan de revertir por la fuerza, con unos muy circunscritos comicios regionales que pasan por la tal certificación de buena conducta, por decir lo menos, siendo inevitables las ya observadas diligencias del exterior hasta nuevo aviso, apartando  la recurrente anulación de los pasaportes.

 

La derrota  parlamentaria la resuelven a través de una inconstitucional y fraudulenta asamblea constituyente llamada a reemplazar las funciones de la Asamblea Nacional, sobre todo, por el problema del financiamiento internacional; confabulados los  poderes, el TSJ y el CNE visan cualquier atropello institucional, aplaudiendo la brutal represión desatada; la maniobra de las regionales de indecible y sobrevenido cuño normativo, rinde sus primeros frutos con la ruptura y confusión de la unidad democrática; toda negociación, arbitrariamente programada, tiene por énfasis el descrédito aparente y real de los convocados que, después, abonan a una complicidad palpable por los resultados. O, en otro ámbito, por vía de una sospechosa venta o la inmediata exclusión del espectro radial, ocurriendo algo semejante respecto a la prensa escrita o la televisión, se apropian de los medios, cuando no se les censura y bloquea, y, es por ello, que medios como Contraste, ofrecen un vital testimonio de resistencia frente a  la dictadura.

 

DC / Luis Barragán / Diputado a la Asamblea Nacional / @LuisBarraganJ

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