Activistas en Georgia se niegan a «dejar morir» la democracia en EEUU

Bajo un cielo gris en un barrio afroamericano de las afueras de Atlanta, Mardie Hill llama a las puertas. Su encanto es un antídoto para una tarde de primavera inusualmente fría.

Esta abuela de 64 años lleva más de 15 yendo de puerta en puerta para animar a los residentes que, de otro modo, no ejercen su derecho al voto, que tanto les ha costado conseguir.

El estado de Georgia, en el sur profundo del país, está a punto de convertirse en la zona cero de ambos partidos en las elecciones de medio término de noviembre, que tienen fuertes implicaciones para la presidencia de Joe Biden y el Congreso estadounidense.

Pero emitir el sufragio se ha vuelto más difícil, dice Hill, en medio de un aluvión de restricciones sin precedentes que han hecho aún más confuso el panorama electoral.

«Un año tendrás un conjunto de reglas, y al año siguiente tendrás líneas trazadas donde antes no estaban trazadas», dijo a la AFP durante una reciente campaña para «salir a votar» del grupo cívico New Georgia Project.

«Y debemos preguntar a nuestros políticos: ¿Por qué lo hacen? Tenemos que pedirles cuentas. ‘¿Por qué tienen que seguir cambiando las cosas?'»

Como todos los estados gobernados por los republicanos, Georgia ha pasado el mandato del demócrata Biden reiterando las infundadas afirmaciones de su derrotado oponente Donald Trump sobre un fraude en las elecciones de 2020. Por eso impusieron leyes electorales restrictivas cuyos oponentes consideran un ataque a la democracia.

Después de tres recuentos de votos a la presidencia y el fracaso de múltiples demandas interpuestas por la campaña de Trump, no se encontraron pruebas de un fraude electoral significativo en ese bastión clave.

Sin embargo, la legislatura de Georgia controlada por los republicanos aprobó la Ley de Integridad Electoral de 2021. Es vista como una ley tan alejada de la realidad que considera un crimen repartir agua a los votantes que esperan en la cola si quienes la reparten no son trabajadores electorales.

Esa controversial legislación también contiene numerosas limitaciones al acceso al voto, incluyendo la reducción del plazo para solicitar el voto en ausencia y nuevos requisitos de identificación más estrictos.

– Discriminación racial –

Las urnas también se redujeron y los centros móviles de votación están prácticamente prohibidos.

Las largas colas para votar y desigual acceso al documento de identidad emitido por el gobierno suelen ser un problema mayor en las zonas negras, lo que genera quejas de discriminación racial.

Los defensores de las nuevas y estrictas normas acusan a los demócratas de exagerar.

Ponen como ejemplo las cifras récord de participación temprana en las primarias de este año que resultaron tres veces más altas que en el ciclo de mitad de período de 2018. A su juicio eso demuestra que el alboroto sobre las normas electorales es falso.

Los demócratas y defensores del derecho al voto replican que las grandes cifras se deben a un cambio en las tácticas para movilizar a los votantes debido a las nuevas normas.

«De hecho lo que vemos es que los georgianos (están) acudiendo a las urnas en cifras históricas, a pesar de sus travesuras y sus intentos de dificultar el voto», dijo a la AFP Nse Ufot, director ejecutivo del New Georgia Project (NGP).

«Eso es mucho más un mérito de la organización que se está haciendo», añadió.

Grupos dedicados a promover la asistencia a las urnas, como el NGP, ayudaron a Biden a convertirse en el primer candidato presidencial demócrata en ganar e Georgia en casi tres décadas.

La victoria de dos demócratas en la segunda vuelta de las elecciones de enero de 2021 también dio el control del Senado estadounidense a los demócratas. Uno de ellos, Raphael Warnock, se presenta de nuevo en noviembre y su derrota podría devolver la mayoría de la cámara a los republicanos.

Biden ganó en Georgia por apenas 11.779 votos de los casi cinco millones emitidos, lo que significa que una leve caída de la participación podría revertir el resultado.

Esas leyes restrictivas son «una especie de muerte lenta» para la democracia, dice a la AFP Jada Richard, una activista de 23 años del New Georgia Project.

«si logran que 12.000 personas o 5.000 personas no voten o sientan que les resulta difícil, eso basta para decidir las elecciones», añadió.

El líder de los derechos civiles en Georgia, Jamal Bryant, dice que el estado está «en algún lugar entre el Dixie de Jim Crow y el apartheid de Sudáfrica».

«Lo de ‘muerte lenta’ es demasiado pasivo. Yo diría que es un asesinato por disparos», dice a la AFP Bryant, pastor principal de una iglesia bautista.

Los grupos de defensa del derecho al voto consideran que aumentar la participación es la mejor arma para garantizar que las elecciones de noviembre reflejen la voluntad de todos los georgianos.

Con información de la AFP

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