La dramática situación en la Guajira venezolana ante los estragos causados por la desnutrición

Se calcula que más de 300 familias del eje fronterizo solo comen carbohidratos y sus comidas se han disminuido drásticamente. Edgar Moreno es un padre de familia que vive en extrema pobreza con su esposa y sus dos hijos, una de ella diagnosticada con encefalopatía hipoxia. El cierre de la frontera, la pandemia y el desempleo recrudecen la realidad de las familias indígenas por lo que hambre hace estragos en la Guajira venezolana.

Detrás de la colorida plaza de Sinamaica, a pocos metros de la residencia de la alcaldesa del Municipio Bolivariano Guajira, Indira Fernández, vive Édgar Moreno de 60 años de edad, junto con sus dos hijos y su esposa, Elia Loaiza de 45 años de edad. Hace poco más de tres años, la familia construyó su rancho con desechos de latón y madera al lado de lo que alguna vez fue una salina, convertida hoy en un basurero improvisado en el sector Chiquinquirá.

La humilde vivienda, cercada con troncos y palma seca, es depósito de una montaña de botellas plásticas de refrescos apiladas al lado de un tinglado que usan como baño, y en el otro extremo una pila de latas de sardina. De inmediato Édgar deja claro que la venta de ese desecho es su única esperanza para alimentar a su familia esa tarde.

El calor aprieta, el mal olor que desprende el basurero impregna el interior de la vivienda. Edgar, extiende sus brazos y dice: «Mirá, así vivimos», de inmediato rompe a llorar mientras su mujer trata de levantar de la cama a su hija Angélica de 8 años de edad. La pequeña apenas puede sostenerse sola, habla poco y trabado. Nació con encefalopatía hipoxia.

“Cuando mi esposa estaba embarazada le dio chikungunya, por eso mi niña nació así. Hace unos años, con la ayuda del párroco de la zona, la pudimos operar de las piernas, el médico dice que con otra operación podría caminar, pero no tengo ni como alimentarla, menos para eso”, explicó el hombre mientras lloraba.

Dentro de la habitación, dos colchones matrimoniales ennegrecidos descansan sobre unos listones de madera que hacen las veces de cama. En un rincón hay varios cuadros de imágenes religiosas alrededor de un retrato de Angélica recién nacida. Elia dice que tiene fe en que pronto les llegará ayuda para salir de esa situación, refiriéndose a la pobreza extrema en la que viven.

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Fuente: La Patilla

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