Normalizar lo anormal. Por Antonio Ledezma

Los paseos de Nicolás Maduro por El Ávila, en cuya cumbre se aposenta en las remodeladas instalaciones del Hotel Humboldt, no deben, ni mucho menos pueden ser argumentos a tomar en cuenta para revertir la matriz instalada mundialmente, respecto a la catástrofe humanitaria que presenta Venezuela. Así ha sido la vida de lujos que se dan los más famosos dictadores que han dejado cicatrices en la memoria de la humanidad. Hitler, Stalin, Mussolini y más recientemente Muamar el Gadafi y Saddam Husseín, junto a sus más cercanos familiares y colaboradores, disfrutaban de las más extravagantes riquezas que servían para mostrar sus palacios relucientes de oro, la más variada caravana de costosos automóviles, para no hablar de las francachelas y orgías que montaban. Mientras tanto, en Corea del Norte, los derechos humanos no se toman en cuenta y por eso a los seres humanos que allí están, acorralados, no les permiten pensar ni expresarse libremente y su dictador Kim Jong Un, se pasea por los campos habilitados para amenazar al mundo libre con sus armas nucleares. 

 

Pretender querer hacer ver que la situación del país “está normalizándose”, es lo más semejante a las campañas publicitarias sin ética propagandística, como el que pretenda llegar al extremo de promocionar jabones elaborados con excrementos que se ofertan para proteger la piel de las personas. ¿Qué se estacionen los Ferraris o los Porches en las aceras contiguas a los restaurantes que atienden a una elite que dispone de muchos dólares, puede ser una prueba de “la normalización” de Venezuela? Categóricamente que no. Ese minúsculo, pero estrambótico suceso, no podrá ocultar la presencia de millones de venezolanos desesperados por conseguir alimentos en un país en el que sus truculentos gobernantes usurpadores anuncian otra reconversión monetaria que de seguro será devorada por la lava de la hiperinflación que ha convertido el salario mínimo en el más paupérrimo del mundo, ya que ahora somos ciudadanos de un país más pobre que Haití. ¡Pero vean los bodegones repletos de exquisiteces!, grita, enardecido, el ministro Arreaza, como queriendo demostrar que en el territorio nacional si hay bienes de consumo, pero lo que no dice, el reciclado funcionario, que esos locales los pueden visitar y en ellos comprar, sólo los que tengan poder adquisitivo que no es el caso, por ejemplo, de los pensionados y jubilados del país que reciben lo equivalente a menos de 2 dólares mensuales. 

 

Estoy más que seguro que para los productores de hortalizas de los andes venezolanos termina siendo “una patada en el estómago”, esa campaña infundada de que “todo está normalizándose”, en un país en dónde no hay combustible, ni reglas justas para poder competir con los que contrabandean productos de Colombia.

 

¿Normal, qué en las alcabalas, se matraquea a la luz del sol o de la luna y te quiten el queso o las gallinas que traes de tu finca? ¿Normal qué a diario se te vaya la luz en el barrio La Morera de San juan de Los Morros? ¿Normal qué en los hogares de Cocorote, en el estado Yaracuy, lo que sale por las tuberías es agua sucia, agua cruda, no tratada? ¿Normal qué en un país, que tiene inmensas reservas de gas, se tenga que cocinar con leña? ¿Normal qué Venezuela sea el país con el mayor número de presos políticos civiles y militares del mundo? ¿Normal qué se torturen a seres humanos hasta matarlos? 

 

En ese mismo orden seguimos preguntando, ¿Normal qué se modifique al antojo del tirano el Código Procesal Penal, o que se dicten leyes absolutamente inconstitucionales, como Las Leyes Comunales? ¿Normal que se endeude a la nación, que se rematen activos de la república y que no se rinda cuenta de los actos asumidos? ¿Normal qué sea público y notorio que miembros de la elite militar integren un cartel de drogas conocido como el de Los Soles? ¿Normal qué desde las alturas de las instituciones del estado se trafique droga y se convengan alianzas con las corporaciones terroristas más peligrosas del mundo? ¿Cómo se puede hablar de normalidad en un país cuyos centros de salud están colapsados? ¿Quién le explica esa fórmula de normalización a los padres de los niños que se están muriendo porque no se les puede realizar un trasplante de órganos? ¿Quién le da la cara a los enfermos renales que no tienen como resolver sus servicios de diálisis?

 

Por todas esas interrogantes, es obligación de todos los venezolanos decentes desenmascarar a estos ilusionistas de mala factura que, por razones inconfesables, se dan a la penosa tarea de querer mostrar, vender e instalar una mentira como verdad que está muy lejos de serlo. Un país cuyo desplome económico sostenido supera los 80 puntos del PIB, no puede ser calificado como normal. Un país cuya moneda es triturada en un cono de esa naturaleza que no supera los efectos nocivos de la monetización del brutal déficit fiscal, dista mucho de ser normal. Un país con el 96 % de sus ciudadanos resbalando en la línea de la pobreza, jamás será normal; ni tampoco lo será, teniendo a más de 6 millones de sus hijos peregrinando por el mundo en forma de diáspora. En ese sentido ayudaría mucho a zanjar esas confusiones, ver debatir a esos fabuladores con un experto serio como el Dr. Asdrúbal Olivares, que maneja datos incontrovertibles sobre la real crisis económica, financiera y social que arrastra Venezuela.

 

Por lo tanto, queremos precisar varias cosas, 1. No nos dejemos desmotivar por esas fabulas de  malas facturas.   2. El proceso en la Corte Penal Internacional sigue adelante, y dará sus resultados, más ahora con los últimos informes de la Misión Independiente de la ONU y teniendo en cuenta que las instituciones judiciales de EEUU ratifican las requisitorias contra Maduro y sus aliados por narcotráfico. 3. Serán extraditados a los EEUU personajes que saben mucho de las tropelías de esos mafiosos, por lo que tienen sobradas razones para estar muy, pero muy asustados. 4. Los reclamos judiciales de activos realizados en Londres y en Madrid, por encargo de Maduro, fueron negados porque no se les reconoce como gobernantes legítimos. 5. La farsa electoral no pasará de ser eso: un fraude más, pero pondrá a rodar muchas caretas para el bien de la idea de instalar una autentica conducción unitaria que nos guíe a la liberación de Venezuela.

 

Antonio Ledezma

@alcaldeledezma

 

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