Conciliábulo de egregios. Por Jesús Rangel Rachadell (@rangelrachadell)

En junio de 2015 reflexionaba sobre la siguiente pregunta: ¿este desastre es solo desidia e irresponsabilidad, o es un genocidio en cámara lenta? La respuesta en esa oportunidad fue que en la gestión del gobierno hay “una intencionalidad, que todo es un engaño, un fraude, una simulación maliciosa con la intención de dañar a los más débiles”. Hoy, las ideas al respecto se han madurado.

Lo que estamos viviendo es el desarrollo esperado de todo despotismo. El sistema de dominación implementado aglutina la mayor cantidad de poder en unas pocas manos, un pequeño grupo difícil de identificar que se creen los mejores. Nicolás está acompañado de grupos de izquierda, militares y delincuentes comunes y corrientes. Esas mafias sostienen a la dictadura, cobran la represión de contado y en dólares, a algunos les entregan zonas de paz, territorios, estados completos y colecten su parte. Otros reciben carreteras y servicios públicos. Las gasolineras las adornan con flores y las protegen con soldaditos.

La diferencia entre las democracias y las dictaduras es la cantidad de personas ante quienes responde el gobernante, si son muchos los electores estos se manifiestan y controlan en elecciones libres, si depende de pocos los comicios son un fraude. Si el número de individuos a los que haya que satisfacer es muy alto la solución se obtiene por la vía de los servicios públicos, obras de infraestructura, hospitales, acueductos, carreteras. En el supuesto que la coalición sea pequeña el costo total de comprarlos es mucho menor y la corrupción se generaliza.

En este sistema de coalición pequeña se puede prescindir de las masas, son prescindibles. Eso sí, a los militares, a la policía y a los grupos ilegales que son su soporte debe mantenerlos contentos, cuando deje de pagarles lo abandonan y buscan quien les pague o les permita disfrutar de sus bien ganados ahorros. El truco es depender de la menor cantidad de personas y evitar que tengan medios de expresión en contra.

Estas ideas valen en Venezuela, una empresa, un club de playa o un condominio. La gente tiene que participar, exigir, manifestarse, buscar información, abandonar la comodidad, dejar de pensar que quiere vivir tranquila, de disfrutar de lo que pueda, y preocuparse por el gobierno, cualquiera que este sea. Es riesgoso entregar cheques en blanco de confianza, como las leyes habilitantes que permiten legislar sin control. La indiferencia se paga cara.

La educación que se imparte es la básica, suficiente y necesaria para que los obreros aprendan a leer y escribir, la primaria es excelente, pero hasta allí; cuando se habla de los centros de estudios superiores, esos donde enseñan a pensar, se consideran peligrosos. Cerrar las universidades, disminuir las carreras humanísticas, impedir la escogencia de sus autoridades, este es el reflejo de las políticas de coalición pequeña. La gente preparada es un riesgo porque es la que puede sustituir al régimen. Tener un ministro eficiente es una amenaza si demuestra que es mejor gerente que los demás. La negligencia es característica del mencionado sistema.

Lo que sucede en los hospitales es una manifestación clara del sistema dictatorial. Los enfermos son pocos y si se mueren es imposible que voten en contra. El servicio de agua potable es mediocre porque tienen que trabajar. Lo peor es que se dificulta enterarse de lo que pasa sin medios de comunicación. Eliminaron los periódicos, las emisoras de radio, los programas de opinión, persiguen a los periodistas; y, siendo el colmo, la pandemia restringe el derecho de reunión.

El régimen tuvo la suerte de que muchos venezolanos huyeran. Disminuyeron los votantes en contra y la gente que protesta; ahora las manifestaciones, al ser menos personas, se reprimen con pocos muertos. La dictadura recurre al recurso de los grupos paramilitares, los accidentes y la delincuencia común que elimina a los opositores. O la cárcel pura y simple.

Tener una coalición pequeña permite entregar riqueza a pocos, con unos millones de dólares es suficiente. Cuando Chávez gobernaba disfrutó del favor del pueblo y, aun así, permitió que se robaran los recursos económicos del sistema eléctrico, por eso y por la desidia de Nicolás es que tenemos problemas de electricidad. Otro ejemplo, la entrega de ingentes capitales a los militares con el Plan Bolívar 2000, creó la base de su poder si lo abandonaban las masas. Ese régimen de complicidad fue el que recibió el designado como heredero el 8 de diciembre de 2012.

Claro, con petróleo es fácil financiar la estructura de represión, solo que las medidas del gobierno americano en contra de los funcionarios del régimen y algunas limitaciones comerciales restringen los recursos a repartir, aunque el oro en el estado Bolívar les ha permitido solventar en parte los pagos a los miembros del conciliábulo. Una dictadura que tiene recursos naturales se convierte en una maldición. A más dinero reciban por vías distintas al trabajo de la sociedad menos les importa el pueblo.

El sistema actual desconoció a los políticos de oposición y decidió crear un cuerpo legislativo a su imagen y semejanza. El grito de sumisión fue Todos somos Nicolás, y recibieron unos mendrugos de puestos de diputados sin representación que les impide negociar mejores cuotas de beneficios. Cayeron en la trampa de oro que buscaron.

Si queremos lograr un cambio tenemos que democratizar de nuevo a la sociedad, permitir medios de comunicación libres, partidos políticos independientes del gobierno, derecho de reunión y manifestaciones públicas. Sin olvidar a instituciones como el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia y la Fiscalía General de la República que hoy por hoy son parte del sistema de dominación del socialismo del siglo XXI. Queda mucho trabajo por ejecutar.

 

Jesús Rangel Rachadell

@rangelrachadell

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