Calor, hambre y frustración. Por Manuel Figueroa Véliz (@VelizFigueroa)

La falta de dinero en efectivo lleva loca a mucha gente. Sobre todo a quienes no trabajan en el transporte público o en el comercio informal. Lo cierto es que cada semana de flexibilización, cuando abren las entidades bancarias, sus alrededores se llenan de personas desesperadas por sacar unos pocos bolívares.

No soy de quienes les gusta calarse esas kilométricas colas con usuarios que se insultan, se jalan por las greñas y hasta se recuerdan a sus mamás. Prefiero pasar la tarjeta de débito o poner el dedo en la captahuellas cuando cae algún bono.

Pero como reza el dicho: «la necesidad tiene cara de perro»; realmente no sé por qué lo dicen o qué relación hay entre la necesidad y la cara de los chihuahua. En días pasados me aventuré y valientemente me metí en la cola de un banco en el estado Sucre. Cuál sería mi sorpresa, cuando escucho la delicada voz de una fémina que me ordena: «Señor sálgase de la cola porque ya no van a recoger más cédulas». Veo la hora y apenas eran las 11:35am.

Cavilando entre dos disyuntivas: irme a casa a patica, o desatender la orden de la dama. Se impuso la prudencia. Mejor me voy y vengo mañana más temprano.

Ya frente la puerta, me detuve por un instante y con nostalgia miro al final del banco y de repente escuché una voz fuerte: «Manuel, ven, pasa». No sé si se refería a otro, pero sin pensarlo dos veces puse mi cara de gerente de banco y entré sin mirar para los lados.

Mientras esperaba mi turno con escasas diez personas por delante, noto en la taquilla para los «viejitos», al conocido José del Carmen (Checame) González, el popular “Cheverísimo». Se le acerca el no menos popular, José Gregorio «Goyo» Cova, conductor de «Las Chatarritas» y se saludan con evidente afecto.

Luego que Checame y Goyo conversaron animadamente, este último centra su mirada, y parece reconocer a un señor de fuerte contextura, quien apoyado en una muleta, aguardaba por su dinero. Se trataba del ex grandes ligas Nelson Cañas, recordado cátcher de los Navegantes del Magallanes.

Me acerco, no sin antes solicitarle a la persona que me antecedía: «aguántame el puesto un momentico». Estaba a tres pasos de una leyenda de la radio y el espectáculo oriental, José del Carmen González, hombre que durante años condujo «Parrandeando con Radio Cumaná» y quien en el año 1976, trajo a nuestro estado al número uno: Renny Ottolina, cuando era candidato presidencial.

Checame alza la vista y me observa, lanza su expresivo grito: “Cheverísimo, ¿Cómo está la vaina?». Rompiendo todo protocolo de bioseguridad, nos dimos un fuerte abrazo.

Estuvimos recordando los tiempos del Miss Turismo Oriental, organización a la cual presté mis servicios como fotógrafo. Así rápidamente nos remontamos a los años en el Diario Región y un sin fin de anécdotas.

No supe cuánto tiempo transcurrió desde que entré al banco. Un sofocante calor y el repentino grito de una mujer policía «¿Cuánto están dando?» me trajo a la realidad. “Cuatrocientos”, contestó alguien. “¡Gloria a Dios. Aleluya!”, exclamó la mujer de azul, para obtener lo que solo alcanza para kilo y medio de sardinas.

Cuatrocientos mil suena grande. Esa fue la cantidad por la cual el amigo Ali Salazar, quince días antes de la última reconversión monetaria, vendió su casa en Mundo Nuevo. Creyó que había hecho un buen negocio, por no estar actualizando en materia económica. Era chavista hasta los tuétanos, desde entonces, no quiere saber nada de lo que huela a “revolución”.

Los minutos avanzaban, el calor se tornaba insoportable, todos los presentes se quejaban, los cajeros y cajeras sudando la gota gorda. El aire acondicionado no funciona desde antes del inicio de la pandemia.

Mi corazón se alegra. Por fin voy a salir de este infierno, pensé. Cuarenta minutos después de entrar a la agencia bancaria, estaba a pata e’ mingo de la taquilla, ya sentía los cuatrocientos mil en mi bolsillo y ¡zas! “se fue la línea”, gritó uno de los cajeros. Casi se me sale una grosería; gracias a Dios, he aprendido a controlar los impulsos.

La camisa empapada de sudor. Ya sentía cara de pocos amigos. La paciencia. Dios sigue trabajando conmigo en esa área. Calor, sudor e indignación. El reloj marca la una de la tarde y la línea nada que regresa.

Voy a indagar. Creo que este es el único país del mundo con tres satélites en órbita; pero que en pleno Socialismo del siglo XXI, en las entidades bancarias, «se va la línea» de manera recurrente. Una forma inhumana de retener el dinero que la gente humilde necesitamos para medio sobrevivir. Para concluir esta historia de calor, hambre y frustración, pude sacar el dinerito. El día siguiente regresé y corrí con mejor suerte, así llegué a completar la plata para viajar a Marigüitar.

 

Manuel Figueroa Véliz

@visionvenezuela @VelizFigueroa

manuelfigueroaveliz@gmail.com  

www.visionvenezuela.blogspot.com

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