Chismes con corona. Por Eugenio Montoro

Al lado de la inmensa desgracia que representa más de cien mil personas muertas por la corona virus, florecen todos los días, en un campo gigante, las informaciones cruzadas y los chismes de todo tipo.

Desde su mismo inicio comenzaron los brollos. El virus lo tenía un murciélago que se lo pasó a una culebra y un chino se comió la culebra. No, así no fue, un vampiro mordió a un pangolín (una especie de cachicamo multi conchúo) y alguien preparó un cruzado de murciélago con pangolín pal cumpleaños del sábado. No, fue que el astuto virus, se escapó del laboratorio secreto que tenían los chinos en Wuhan. No mi amor, esos fueron los gringos, que como los chinos ya les roncan en la cueva, le metieron un virus en su patio para que ahora nadie les compre un carajo.

Siguió lo referente a que debían hacer los países y los gobiernos. Hay para todos los gustos, desde el que nadie le pare mucha bola al virus y que siga todo normal, hasta el que salga de su casa va preso o lo fusilamos. Hay que aplanar la curva, así que nadie salga sin mascarilla. Hay que reportar diariamente los infectados y los muertos. Deben lavarse las manos. Lo mejor es no salir. El virus ataca con más intensidad a los vejucones. No hay suficientes camas en los hospitales. Hay que inyectar a la economía un montón de dinero y no escribo más pues me completo el artículo.

Los chismes entre personas también abundaron. Yo lavo todos los tomates con líquido lavaplatos. Las gárgaras con ajo y cebolla son un tiro. Se agotó la hidroxicloroquina, que vaina. Si tu hierves agua y respiras el vapor, se fregó el virus. Me dijeron que un secador de pelo metido en la nariz es lo mejor. Yo ando arropado todo el tiempo. Haz ejercicio, lee. Te envié un rompecabezas por guasap.

Hasta salieron las especulaciones sobre cómo será el mundo al pasar la pandemia. Los espirituales coinciden en mostrar un mundo mejor en términos de solidaridad y amor hacia los semejantes. Los economistas hablan sobre un nuevo orden monetario. Los comunistas dicen que es el fin del asqueroso capitalismo. Los intelectuales incitan a rescatar los valores y la cultura y, así, cada quien sueña con el mundo que le gustaría cercano a su sardina.

Si los apreciados lectores aceptaran mi atrevimiento de simplificar el asunto, diríamos que estamos observando como un único evento (el virus, la pandemia) puso a chismear a todo el planeta, amplificado “ad nauseam”, con la ayuda de las potentísimas redes. 

Este hecho es de interés, pues en el caso venezolano la cosa es al revés, tenemos centenares de calamidades juntas (falta de agua, electricidad, gasolina, comida, hospitales, medicinas, efectivo, transporte, vivienda, libertad, democracia, trabajo, poder adquisitivo, tranquilidad, y otros muchos) todas dirigidas a un único pueblo. Es como tener la pirámide invertida en lugar de una sola pandemia para muchos pueblos, en Venezuela tenemos muchas pandemias para un solo pueblo, pero eso nos ofrece algunas ventajas.

Así, la corona virus nos llegó como un agregado más al bojote de males que ya teníamos y, por eso, nuestra capacidad de adaptación, comparada con otros países, es muchísimo mayor. Quedarse encerrado en casa ya lo hacíamos para no ser víctimas del hampa, dejar de trabajar no fue problema con ese récord de desempleo que tenemos, la falta de transporte era común y diaria, el no contar con suficientes hospitales ni camas, hacía años que lo sabíamos. El efecto desbastador sobre la economía ni lo sentimos pues, en Venezuela, ya estaba hecho el mandado. 

Nuestros virus son del tipo comunistoide y nos lo transmitieron vía la serpiente Chávez que había sido infestada el vampiro Fidel. Llevamos años tratando de liberarnos de esta peste llena de tiranía, corrupción, narcóticos y terrorismo y como que hasta los gringos vieron el peligro de infección y ahora andan, con un pocotón de barcos, buscando hacer una fumigación de las grandes. Esperemos, pues lo que sea no va a tardar mucho en ocurrir.

Mientras tanto podemos empezar a divertirnos en preparar nuestros chismes. A los latinos nos encanta ser héroes y todos vamos a tener algún cuento que echar sobre nuestra “decisoria” contribución, directa o indirecta, para que terminara la pandemia roja.

Esos chismes, aunque exageren algo, sí que van a ser buenos.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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