Tres alemanes. Por Eugenio Montero

En la historia ocurren a veces seguidillas de tres intelectuales o artistas en las que uno influye al siguiente y todos son muy destacados. Por ejemplo, se da el caso griego con Sócrates, Platón y Aristóteles, el caso español con Velásquez, Goya y Picasso y al que nos referiremos en estas líneas con los prusianos (o alemanes) Kant, Hegel y Marx.

Kant es quizás el filósofo moderno más influyente y escribió bastante de todo. Su concepción del acontecer histórico se basa en la existencia de una fuerza, o esencia, natural que mueve al grupo humano hacia un fin. Una fuerza que impulsa a individuos y pueblos que no son sino sus instrumentos inconscientes. En sus palabras: “Poco imaginan los hombres que, al perseguir cada cual su propia intención según su parecer y a menudo en contra de los otros, siguen sin advertirlo, como un hilo conductor, la intención de la Naturaleza, que les es desconocida, y trabajan en pro de la misma”. A pesar del invisible sentido de dirección, llegar al final a Kant le parecía casi imposible.

Hegel, que también escribió bastante, se “fusila” estas ideas de Kant, pero remplaza al motor natural por el motor de la razón. En sus palabras: “El único pensamiento que aporta es el simple pensamiento de la razón, de que la razón rige al mundo y de que, por tanto, también la historia universal ha transcurrido racionalmente”. ​

De manera que la historia se realiza no en forma lineal sino a través de los conflictos propios de la razón. Su argumento es que se progresa mediante la destrucción de lo existente, pero conservando lo bueno que se hubiese alcanzado.

Marx, que era menos listo, también se “fusila” las ideas de Hegel, pero reemplaza el motor de la razón por uno inesperado, aunque protagonista de su tiempo: el trabajo.

Según Marx existía una relación armoniosa entre el hombre y su trabajo que se rompe al aparecer trabajadores comandados por no trabajadores. El capitalismo, la división en clases sociales, es alienante, aunque, admite, necesario, creativo y desarrollador, pero al mismo tiempo generador de miseria. El siguiente paso es la terminación de la alienación con la aparición del comunismo. Con la abolición de la propiedad privada vuelve el trabajo a ser humano y no sometido a intereses personales.

La tragedia de Venezuela tiene algo que ver con las sesudas ideas filosóficas de Kant y Hegel, pero más con las que Marx chapuceó y las usó para engañar con su fábula del mundo mejor a la vuelta de la esquina. Hoy estamos padeciendo a los comunistas y su utopía, que ven con buenos ojos el quitarles a unos tipos la finca que construyeron durante tres generaciones, o expropiar una fábrica en la que pusieron s ahorros e ilusiones sus accionistas, solo para cumplir el mandato de eliminar lo privado.

La tarea marxista es forzar la historia para que “el hombre nuevo” y feliz aparezca. Si hay conflictos, hambre, sufrimientos y muertes está bien y es parte del teatro que debe continuar. Que se multipliquen los narcos y corruptos no importa, pues son cosas de la dialéctica necesaria. Lo importante es llegar al fin de la historia como sea.

Estos locos fanáticos y pistoleros crueles, están actuando en Venezuela como dictadores y nos mantienen prisioneros y, aunque tengamos la fuerza moral para combatirlos, nos dominan a tiros. O alguien con mayor fuerza que los locos nos ayuda a salir de esta terrible crisis o este cáncer de destrucción marxista podría estar por largo tiempo en las Américas.

 

DC / Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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