Alberto Barrera Tyskza: Maduro está más cerca de Pinochet que de Allende

Alberto Barrera Tyskza (Caracas, 1960) ha cambiado por unos días las calles de México, donde reside desde que tuvo que marcharse de Venezuela, por las de París, para promocionar la salida en francés de su novela de más éxito, Patria o Muerte (Premio Tusquets 2015). Pero el escritor que supo retratar todo un país a través de la enfermedad y muerte de Hugo Chávez no se siente con fuerzas para escribir una segunda parte retomando la historia con la elección de Nicolás Maduro y la vertiginosa crisis sin fondo en que parece sumida Venezuela. “En este momento, la tragedia es tan impactante que no permite una elaboración literaria”, lamenta. “Vas por la calle y ves gente recogiendo basura o que se muere porque no tiene insumos médicos. Eso tarda mucho en que se pueda volver literatura. Ahora es solo tragedia”.

Pregunta. ¿Cómo se cuenta hoy Venezuela?Respuesta. Tampoco sé yo cómo se contaría hoy, es difícil. No era fácil predecir lo que iba a pasar después de la muerte de Chávez y, de hecho, creo que mucha gente pensó que Maduro no iba a durar tanto. Pero con el paso del tiempo ha resultado ser alguien capaz de ir quitándose los enemigos internos, y se ha afincado en el poder. Ha ejercido la represión como nadie nunca pensó, de una manera salvaje y muy fuerte, y se mantiene atornillándose cada vez más ahí, concentrando más poder y soportando incluso la falta de legitimidad internacional, sin ningún reparo.

P. ¿Cree que se le subestimó?

R. No sé ni siquiera si él quiere estar todavía ahí, o si en más de un momento se ha dicho: “Ya no me quiero hacer más cargo y quiero esconderme de la historia”; y no puede o no lo dejan. Él también representa un poder que pueden ser los cubanos, o los militares, o ambos. Es impresionante el poder que Maduro ha dado a los militares, ha militarizado a la sociedad más que Chávez, que era militar. Si uno piensa en términos de la izquierda latinoamericana, Maduro está mucho más cerca de [el dictador chileno Augusto] Pinochet que de Salvador Allende.

P. ¿Pueden cambiar algo las elecciones de mayo?

R. No creo. Lo que busca Maduro es legitimidad, así sea artificial, la posibilidad de invocar un proceso electoral, aunque demasiados países no lo reconozcan. Pero eso no soluciona la crisis.

P. En la época en que se sitúa Los últimos días del Comandante parecía imposible en Venezuela no hablar de política. ¿Cómo es ahora?

R. Hoy el tema fundamental es la economía, y eso es un éxito del oficialismo, porque es una forma de control, la gente no habla de política sino de dónde va a conseguir la comida, en qué precio están… Las discusiones se han reducido a un tema: sobrevivir.

P. Escribió la biografía Hugo Chávez sin uniforme y una novela. ¿Siente fascinación por él?

R. Es un personaje que determina demasiado en la vida de los venezolanos, en mi generación. Entender a Chávez es también entender al país; Chávez no existe solo, el líder carismático necesita carismados, hay que preguntarse qué pasó, qué país es ese, qué somos los venezolanos para que se produjera un fenómeno como Chávez, y ahora estamos en esta voltereta en la que hemos perdido 20 años. Tenemos un país arruinado, una sociedad dividida y diezmada. Ya nuestra idea de país es totalmente distinta y por lo tanto nuestra idea de futuro, cada uno tiene un hermano, un hijo repartido por algún lado…. y tu idea de cómo vas a envejecer y morir cambió. Este personaje, este Chávez que refunda el caudillismo en Venezuela y que es caudillo militar, hombre mediático, showman petrolero y religioso, me parece muy interesante, sigue siendo una parte lamentable de la tradición latinoamericana.

P. ¿Y Maduro?

R. Siempre sentí que su tarea, en una buena parte, era proteger la imagen de Chávez. Y lo ha logrado. Se ha hecho cargo de la tragedia, devotamente está asumiendo esa carga, quedando mal ante la historia, pero lo está haciendo. Creo que hay una decisión de salvar a Chávez de esta crisis, de no asociarlo. Maduro es como un sacerdote que hace el trabajo sucio y se sacrifica por Chávez. Y hasta ahora, uno puede decir lo que sea, pero ahí se mantiene.

El País

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