Uribe aseguró que Santos tiene la voluntad para crear un nuevo acuerdo de paz

El proceso de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC cada vez se parece más a una partida de ajedrez de altos vuelos. Sólo desde esa perspectiva se pueden comprender todos los matices que ha encerrado el encuentro de este miércoles entre el mandatario Juan Manuel Santos y los representantes que promovieron el No en el Plebiscito del domingo, con el ex presidente Álvaro Uribea la cabeza.

Tras más de cuatro horas de reunión, apenas hay novedades. Sobre el tablero, nada se ha avanzado, sólo queda la voluntad de ambas partes por dialogar (los ‘uribistas’ se niegan a hablar todavía de ‘negociación’) y la evidencia de que el escenario ha cambiado con la entrada de los opositores al proceso de paz en las negociaciones.

«La coca, el ELN (la segunda guerrilla del país), los disidentes de las FARC, las bandas criminales, la extorsión… no queremos agregar un nuevo motivo de violencia en el país», ha dicho Uribe. «Es mejor la paz para todos los colombianos que un acuerdo débil para la mitad de los ciudadanos», añadió. El líder del partido conservador Centro Democrático ha reforzado los puntos que ya había adelantado en los últimos días: pide la amnistía para los guerrilleros rasos pero niega la elegibilidad política para aquellos que hayan cometido crímenes de lesa humanidad, y además plantea el alivio judicial de las fuerzas militares. Recalca que es necesario construir un nuevo acuerdo de paz y solicita a la comunidad internacional su comprensión y apoyo.

«Es mi obligación buscar caminos para la unión y la reconciliación, preservar el orden público y buscar la paz», ha dicho Santos unos pocos minutos después. Explicó que el cese al fuego bilateral con las FARC se puede prorrogar, y agradeció la presencia de Naciones Unidas para garantizarlo, añadiendo que entiende que no puedan «permanecer indefinidamente» en Colombia.

Santos contribuyó a generar una sensación de incertidumbre en el país con el anuncio la noche del martes de que el cese al fuego bilateral, un asunto que ya se suponía cerrado, duraría hasta el 31 de octubre. Al poner una fecha límite, saltó las alarmas de las FARC, a las que no había avisado al respecto, como evidencian los mensajes en Twitter de su líder, alias ‘Timochenko’, que se preguntaba: «¿De ahí para adelante continúa la guerra?», y del miembro del Secretariado, Pastor Alape, que se mostraba más rotundo: «Todas nuestras unidades deben empezar a moverse a posiciones seguras para evitar provocaciones».

La declaración de Santos se interpretó como un órdago ante el inminente careo con Uribe, quien había acusado al Gobierno de mentir por amenazar a la sociedad de que el país volvería a la guerra con las FARC si el Plebiscito no salía adelante. Ambos se han mostrado conciliadores tras la reunión, pero no han desvelado ninguna incógnita: ¿cómo será el mecanismo de diálogos entre el Gobierno y los del No? ¿viajarán éstos a La Habana para negociar directamente con la guerrilla?

El escenario que queda por delante es incierto para todos los actores: el Gobierno necesita cerrar el acuerdo de paz cuanto antes, la oposición desconoce hasta qué límites podrá tensar la cuerda y las FARC permanecen a la espera, dispuestas a dejar las armas pero temerosas de que puedan sufrir algún atentado al quedar desprotegidas.

DC | EM

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