Zuliana sobre los Claps: Si espero que lleguen las bolsas de comida no como

Bleidis Morales vende café y cigarros en la Plazoleta de la Basílica. Sus ventas merman como la comida que entra a su estómago. Desde principios de año no come tres veces al día. “Dos y cuando se puede”.

Hace dos semanas censaron a su familia para ser beneficiados con las bolsa de comida a través de los Comité Locales de Abastecimiento y Produción (Clap), un mecanismo de distribución de alimentos del cual no espera mucho. “Yo no tengo esperanza que lleguen, eso es solo papeleo. Si espero que lleguen las bolsas de comida no como”, dice Morales, una mujer de 44 años con la piel quemada por el sol.

A las 7:00 de la mañana llega Morales al centro de Maracaibo. Desayuna un pan y café, la próxima comida le toca cuando regrese a su casa, donde vive con su papá y dos hijos, en el municipio San Francisco pasada las 4.00 de la tarde. “Tengo que aguantar hasta la cena, porque si me pongo a comprar aquí no llevo nada pa’ comer”, asegura la señora, quien registra caídas en sus ventas: “Antes vendía tres termos de café, ahora uno y medio y apura’o”.

Agleisa Morillo tampoco conoce las bolsa de los Clap. Sus posibilidades son menores que las de Morales, pues a ella ni siquiera la han censado.

Deduce que por vivir en unas residencias cerradas no tendrá el beneficio, aunque aclara: “Nosotros tampoco nos alcanza para comer, ahora lo hacemos dos veces al día; tampoco conseguimos nada, todo es bachaqueado”.

Morillo es vendedora de ropa de mujer en el centro, una actividad que se hace “a pérdidas”. Asegura que la semana pasada solo vendió cuatro piezas de 8 mil bolívares. “La gente lo que piensa es en comida y lucharla, porque lo que gana no le alcanza pa’ nada. Lo que nos estamos es enfermando con este estrés y pa’ colmo sin comer”.

A medias

En el oeste de Maracaibo si conocen los beneficios del Clap. Los tres hijos (3, 2 y 5 meses) de Claudia Acosta probaron la semana pasada los teteros con leche, tras más de dos meses.
Lo hizo gracias a la bolsa de comida que le llegó a través del consejo comunal, y que le trajo dos kilos de leche en polvo, dos medios kilos de caraotas, tres kilos de pasta, una harina de maíz precocida y un litro de aceite. Todo por Bs. 800.

“De eso solo me queda la leche, lo demás solo duro para cinco días”, comenta la joven de 21 años, residente de El Marite.‎ La bolsa no le trajo pañales, aunque en el censo de hace dos meses dejó constancia de que sus hijos lo necesitan. Le toca comprar dos diarios a Bs. 250 cada uno y solo para la bebé de cinco meses. Gasta Bs. 3 mil 500 semanal de los 9 mil que gana como vendedora de barquillas.

Acosta espera que la bolsa le llegue cada 15 días como aseguran los representantes del Gobierno nacional, aunque no guarda muchas esperanza: “La comida no alcanza, pero es una ayuda pa’ esta situación tan fea en la que estamos”.

DC|EP

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