A un año de su muerte: la profunda división que no pudo resolver Nelson Mandela

«No me importa lo que hagan los Springboks (el equipo de rugby de Sudáfrica). No es un reflejo de la nación. No es nuestro equipo. Yo apoyo a los All Blacks (Nueva Zelanda). No seguimos a la selección porque es un equipo sudafricano blanco. No es un verdadero equipo sudafricano».

El sentimiento de Zola Ntlokoma, secretario del club de rugby de Soweto, no es de 1986 cuando Nueva Zelanda rompió el boicot deportivo contra la Sudáfrica del apartheid. Tampoco de junio de 1995 cuando se enfrentaron los Springboks y los All Blacks en la final de la primera copa del mundo tras la liberación de Nelson Mandela.

Sus palabras son de noviembre de 2014, casi dos décadas después de la emblemática imagen del líder sudafricano entregando el trofeo de campeón del mundo al capitán de los Springboks, Francois Pienaar. La «nación del arcoíris» que promovió Nelson Mandela ha recorrido un largo camino desde entonces, pero es evidente que en el primer aniversario de su muerte el debate sobre la división racial en el rugby sudafricano sigue vigente.

De un color

Cuando los Springboks triunfaron en Johannesburgo solo hubo un jugador negro entre los 15 que saltaron al campo. Hace siete años, en Francia, solo hubo dos en el triunfo de Sudáfrica sobre Inglaterra. En el presente la cifra es de tres, proporción poco significativa teniendo en cuenta que en Sudáfrica la población blanca ni siquiera alcanza el 10% del total de habitantes.

Es por este motivo que la Unión Sudafricana de Rugby (Saru, por sus siglas en inglés) delineó un plan estratégico para transformar el rugby en cinco años. Entre los objetivos del plan, que fue filtrado a la prensa, la Saru establece que Sudáfrica debe permanecer entre los tres primeros lugares del mundo, pero el debate se focalizó en otro punto, el de la inclusión racial.

Para 2019, todos los equipos nacionales, incluyendo los Springboks, deben estar integrados por un 50% de jugadores que no sean blancos, mientras dos tercios de ese 50% deben ser negros africanos. De acuerdo al cronograma establecido, Sudáfrica deberá tener a siete jugadores que no sean blancos entre los convocados para la Copa del Mundo que se disputará el próximo año en Inglaterra, cinco de los cuales deberán estar constantemente en el campo.

Proceso lento

El plan de la Saru fue percibido como muy ambicioso y controversial. Mandela percibió que el mundial podía ser un evento conciliador para el país. Los Springboks ya fueron dirigidos por un entrenador negro en el pasado, Peter de Villiers, mientras que su mejor jugador durante los últimos 10 años ha sido el sensacional Bryan Habana, pero el ritmo del cambio ha sido muy lento desde aquel encuentro entre Pienaar y Mandela.

«La tragedia es que 1995 tuvo un efecto positivo muy pequeño», recordó el profesor John Nauright, autor del seminario «Larga carrera a la Libertad» sobre la identidad y el deporte en Sudáfrica. «Hubo un gran movimiento anti-racial en el rugby que salió reforzado en ese momento, pero la estructura corporativa del rugby blanco terminó por absorber el rugby negro».

«Si hubieran perdido los Springboks el gobierno habría tenido que presionar a las autoridades del rugby a alcanzar la integración más rápido», explicó.

DC | vía BBC 

Foto: Archivo

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