Venezuela urgida, por Luis Barragán

Nuestro país ha sido víctima de un largo y penoso proceso de innovación autoritaria, sin precedentes.  Una sociedad de profundas convicciones democráticas que creyó encontrar oportunidades en medio de la crisis de un modelo y de unas estrategias de desarrollo que inicialmente explicaron sus desencuentros, cayó en la emboscada de una propuesta de disimulado cuño totalitario que, al realizarse fría y calculadamente desde el poder, ha determinado e intenta afianzar el retroceso histórico en los ámbitos políticos, sociales, económicos, culturales y tecnocientíficos, como garantía de permanencia y predominio de una casta alimentada por la renta petrolera. 
 
Siendo tan variados los intereses creados y los recursos dispensados por el Estado monopolizado por una dirección que todavía no acusa recibo de la caída del Muro de Berlín, en consonancia con definidos intereses internacionales que hacen trizas nuestra soberanía e independencia,  añadido el paciente intento de demolición de nuestra condición ciudadana, objeto de una articulada campaña propagandística y publicitaria que se afinca en la violencia cada vez más desinhibida para liquidarla, manipulando y  reprimiendo la más mínima disidencia, se impone la necesidad no sólo de concebir una transición democrática confiable, coherente y sustentable, sino la de acordarla por las distintas corrientes, fuerzas y reservas políticas, sociales y morales de una nítida y convincente vocación por la libertad.  
 
Acordar esa transición obliga a compartirla con la expresa voluntad de atajar y superar la extemporaneidad que nos asfixia, comprometiéndonos con un programa de corto y mediano plazo que implique a toda la ciudadanía en un cambio decididamente histórico y  a favor de la libertad y democracia, la sociedad de derechos humanos y calidad de vida que nos merecemos en clara correspondencia con nuestros esfuerzos, talento, sacrificios, disciplina, oportunidades, esperanza,  expectativas, disposición, realizaciones, que obedecen a principios y valores que no ha podido ni podrá liquidar el poder hoy establecido.  Los sectores democráticos que ahora se oponen a una dictadura que se sirve de una  – a veces sofisticada, a veces truculenta –  máscara democrática, atrapando a incautos,  seremos corresponsables de un nuevo amanecer para la Venezuela que no sucumbirá, como antes tampoco ocurrió al afrontar el inmenso reto de su lucha independentista y padecer las guerras y escaramuzas civiles que ya habían desaparecido de nuestro horizonte en la segunda mitad del siglo XX. 
 
La definitiva transformación del país supone dejar atrás el vasto clientelismo que ha mellado nuestra dignidad, frenar el carácter mono-exportador que asombrosamente hemos recobrado, salvarnos de la criminalidad que nos agota, o  romper con el saqueo espiritual que nos robotiza.  La etapa postrrentista tan pendiente por décadas, alcanzando la industrialización del petróleo que signifique la reindustrialización del país en otros campos de la economía, urge de las nuevas expresiones sociales que se resisten ante el afán totalitario, esperando por oportunidades para fundar el porvenir desde una insobornable e irrefutable dignidad ciudadana. 
 
DC / Dip. Luis Barragán / @LuisBarraganJ

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