REFLEXIONES| La Ayuda Humanitaria. Por Luis Acosta

Los textos dicen que el hombre es la maravilla del mundo y el único capaz de hacer, pensar, actuar, dar y recibir. Pero al final, también es pendenciero, arrabalero y jugador. Es el creador de la guerra como árbitro de última instancia. También habla de paz, pero le es muy difícil practicarla. Da la impresión que le gusta mortificar la paz para saber de ella. De élla habla, pero no la practica.

Sin embargo, el hombre está preparado para todo y llega, después de Dios, al infinito. Tanto que, después de la II Guerra Mundial y ante los problemas que la postguerra trae, en 1948, propone y aprueba, en la Asamblea General de Naciones Unidas, el texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En efecto, después de anotar en su preámbulo que “todos los seres humanos nacen libres y son iguales en dignidad y derechos”, con distinción se puede observar que las declaraciones de los Derechos Humanos se han fortalecido, tal merecen, después de esa iniciativa. Entre las adiciones y contenidos más importantes, se incorporaron algunos elementos de la iniciativa llevada adelante en la Gran Bretaña en 1689; también la importante iniciativa que se llevo adelante en Los Estados Unidos en 1789 al incorporar en la Constitución la enmienda que incluía el Bill of Right. Francia igualmente colaboró en esta tónica en esos mismos años. Estos cuerpos constitucionales, al final, han planteado que los DH son tan grandes y definitivos que llegan a lo incomparable, al punto que sobresalen por encima de otros órdenes institucionales y sobre los poderosos gobiernos que abusan y creen que pueden manejar los pueblos, verdaderos herederos y beneficiarios de estos poderes más que ningún otra ley sobre la vida terrenal y jurídica. Así pues, la Ayuda Humanitaria nace de la vida del propio hombre, cuando se dan cuenta, pensadores y filósofos, que el individuo es lo más importante que existe en materia, pensamiento y corazón. De allí lo que plasma Protágoras, filósofo griego previo a Sócrates, cuando asegura que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Luego, la intención fue devolver al hombre su independencia y su mando sobre la vida terrenal aparentemente perdidos en pleno Renacimiento. Fue tan importante ese momento, que Sócrates abandonó el estudio de la Naturaleza para dedicarse exclusivamente al estudio del hombre. De allí, la humanidad como género humano, y lo humanitario como prueba de ese todo, se mueve tanto que, en la actualidad, está conformada por aproximadamente siete mil millones de pobladores conviviendo dentro del globo terráqueo que Dios nos ha concedido como nuestro hogar.

Después de la II Guerra Mundial, y hasta después de La Guerra Fría, ante las calamidades de la naturaleza y desastres o conflictos armados, se ha hecho uso de esa institución llamada Ayuda Humanitaria. Las emergencias complejas son fundamentalmente de carácter político, como el quiebre y fragmentación del Estado, conflictos y violencia; desmoronamiento de la economía forma; desigualdades soslayables y pobreza subyacente con grandes impactos sobre la estabilidad cultural, civil, política y económica de las sociedades. Todas son conocidas como emergencias políticas complejas, acuñándose el término hacia fines de los años ochenta para describir el carácter diferenciado de las grandes crisis que han proliferado desde el final de la Guerra Fría.

Luego de estos señalamientos, se han incorporado otros elementos críticos en esta materia; otros añadidos no pararán nunca porque las crisis no se inventan sino que llegan cuando nadie las espera. Empero, lo interesante es que el hombre y sus instituciones le han salido al paso a estos graves, todos calamitosos, que llegan mas allá de lo chiquito para convertirse en crisis y que unidamente hay que enfrentar. El mundo civilizado que no es otra cosa que el hombre fortalecido y las naciones como disciplinas de la sociedad y como protección de la vida y las poblaciones, se organizan para atacar a todos estos flagelos. Lo importante es que la Ayuda Humanitaria existe y es una conveniente y única realidad. Al hambre, la miseria, las enfermedades y las necesidades forzadas el mundo tiene que combatirlas sin más medidas que la disciplina, el orden y la organicidad que se le pongan y el beneficiario está obligado en imponer aun cuando la ayuda no puede negarse nunca y ello lo esperaremos siempre. El lema de la ayuda Humanitaria debería ser: “Todos contra las crisis”.

Las contras contra las ayudas humanitarias son inaceptables. Sus desórdenes, los contrarios y los que no la protegen se convierten en sus enemigos y, según el Estatuto de Roma, son castigados y acusados de delitos de Lesa Humanidad. Igualmente, todo aquel que busque romperla, alterarla o hurtarla.

Este sistema es tan importante, trascendental y significativo que invitamos a los que sepan sobre él a desarrollar artículos continuos sobre esta materia.

Luis Acosta

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