Pedro Infante, por Luis Acosta

Este hombre no fue venezolano sino mejicano. Pero igual, si hubiese sido francés y pudiera enseñar el mismo performance de vida, igualmente hubiera que distinguirlo. No importa entonces dónde se nace sino lo que se hace, y lo que se deja a los otros en sentimientos y obra. En efecto, en estos días de Navidad queremos olvidarnos y dejar un poco de lado la jerga política y las otras inquietudes de la vida cotidiana. Ya lo decíamos en el artículo anterior. Además, queremos aprovechar estos días tradicionales para escribir detalles gratos, sean de personas o cosas, que ganen nuestra atención. Por ejemplo, la vida interesante del gran Pedro Infante. El artista mejicano nacido en Mazatlán, Sinaloa en el año 1917 y que murió a la juvenil edad de treinta y nueve años, el 15 de abril de 1957 en un accidente de aviación.

Este caballero vivió una existencia primaria de escasez y necesidades, logró adueñarse de una terminación de ídolo y encanto de un ser humano excepcional, tanto que se dice que su desarrollo de vida fue una relación directa a su comportamiento social y cívico. En efecto, lleno de conquistas humanas, con trabajo y dedicación, y de fe y esperanzas hacia el futuro de su porvenir que solo Dios sabe dar y que solo un ser distinto recoge. Este individuo desde temprana edad mostró afición por la música y, de la mano de su padre, maestro de música, muy pronto aprendió diversos instrumentos: guitarra clásica, piano, violín, trompeta y batería. Su situación económica, pobre y precaria, hizo que comenzara a trabajar a muy corta edad; así, a los 16 años, contaba con su propia pequeña orquesta conocida ya por toda Sinaloa. Una muchacha hermosa y culta se enamoró de aquel hombre sencillo y noble que irradiaba simpatía entre el pueblo, intentó y logró amarlo y casarse con él. Se trataba de María Luisa León, 10 años mayor que él, quien lo convenció de mudarse a la capital. Bella esposa y amorosa mujer, le abrió el camino al éxito. Pedro, por su lado, agregó a la muestra presentada por su mujer, su propio carisma, su lealtad, su gracia y dones. Su fina presencia ganada por su humidad en dejarse llevar, su encantadora personalidad y su voz de oro, precisamente en una época de distinguidos autores y maestros del canto, la lirica y la opera. Era una lista de privilegiados donde había que superar a Jorge Negrete y Pedro Vargas, o artistas de cine como Arturo de Córdova y Cantinflas, y muchos más como estos.

Por otro lado, su carácter tranquilo, modesto, y en constante crecimiento de su humildad lo hizo hacerse profesionalmente y socialmente, al punto que, luego de su muerte, se supo que con su fortuna mantenía cerca de 300 familias. Agregado a esto, su protagonismo en el cine lo hizo famoso rápidamente. “Nosotros los pobres” y “Ustedes los ricos” establecieron record en las taquillas del mundo del cine latino como pocas otras. En ellas mostraba su inmenso talento y su grandeza espiritual como persona, cantante, artista y los más relevantes sentimientos de su corazón.

Infante visitó Caracas en el año 1949 y después regresó en el año 1956. Ambas veces cubrió en radio, teatro y televisión y en todos los estadios que le fueron solicitados. Hizo su tercera y última visita a Venezuela llegando directamente a la ciudad de Barquisimeto el 23 de enero de 1957, justo un año antes de la caída de Pérez Jiménez.

Sin embargo, la vida lo llevó a una mala jugada. De no tener nada a tenerlo todo, su afición por la aviación lo llevo a adquirir su propio avión y a la práctica constante al punto de llegar a acumular casi 3.000 horas de vuelo. Saliendo a una de sus giras, el Consolidated B-24 Liberator que piloteaba Infante, sufrió un percance mecánico que se convirtió en siniestro, insalvable y funesto, y su espectacular vida ciudadana se esfumó. Doloroso para el pueblo, que mas que lo quería, lo amaba. El país todo, sin excepción, lo lloró apasionadamente.

Dejó un legado en el cine de más de  60 películas. En el trabajo colectivo, docenas de conciertos, cientos de giras mundiales, varios hijos y una esposa amorosa, su segunda, Irma Aguirre, mejor conocida como Irma Dorantes en el mundo del espectáculo; un avión chatarra para los museos, una guitarra sola y abandonada y el único Juan Charrasqueado que crearon los mejicanos.

En el año 2010, en ocasión de cumplirse los 200 años de la Independencia de México, se hizo una encuesta para conseguir los 200 ciudadanos más populares de toda la historia de México. Pedro Infante resultó el número 2, solo tras la figura del Presidente de Presidentes, Don Benito Juárez, y  por encima de nombres como Emiliano Zapata y de artistas como Diego Rivera. Esto da cuenta de la talla de fenómeno social que encarna Pedro Infante quien enseñó nobleza y exquisitez dentro y fuera de su actuación artística y su arte, sea en público y en su vida íntima y doméstica. Vivió como era, y por eso, no se pareció a nadie pero ganó o empató con todos. Don Pedro Infante, ¡Honor a quien honor merece!

 

DC / Luis Acosta

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