“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” Por Luis Acosta

Tuvimos la suerte de vivir, al llegar a Maracaibo procedente de Los Haticos, en tres partes emblemáticas o sustantivas que nos permitieron disfrutar el Maracaibo hermoso en los días de Navidad. En efecto, nos domiciliamos en la esquina de Milagros y Ciencias, en la calle Pascualito y al final de la Calle Venezuela; por lo tanto, aproximadamente las tres eran de El Saladillo y se vivían los años 50s. Allí, al pie de San Juan de Dios, oíamos las retretas de la plaza; veíamos los modestos fuegos artificiales e intuíamos los responsos de las misas de Requiem. Por otro lado, la frescura de la mujer zuliana, con sus trajes de luces y sus cortes domésticos de la costurera de la familia que estaba todo el año diseñando para que las muchachas de 16 a 18 años enseñaran los mejores estilos de la moda, que no tenían excesos en sus confecciones por cuanto se manejaban individualmente y a la medida. Las señoras de las familias lucían estupendas y radiantes para la noche de 24 de Navidad y 25 de Pascuas.

Más aun, se enriquecían los niños grandes y la chiquillería con sus modelos traídos de Miami y Colombia. Igualmente los ingresados por vía de Aruba, Curazao y Bonaire. El movimiento de los adolescentes era contagioso y los padres se esmeraban de presentarlos de la mejor manera y disciplina. Sin embargo, Maracaibo fue privilegiada en estos menesteres y costumbres tanto, que por decir algo, los mismos trajes y juguetes se conseguían en el almacén La Curacao, que estaba situado en la calle Comercio, diagonal con el Banco Francés e Italiano, y rodeada por el Banco Holandés, el Royal Bank y el Banco Maracaibo, además, el Mercado nuevo y la Botica Italiana. En la Casa Beckman, y después la Unión Mercantil Zuliana, se encargaban de atender el despacho de la línea blanca y de los aparatos de comunicación y sonido tipos modernos que se conseguían y funcionaban en aquel entonces.

La procesión de La Chinita y sus compañías de penitentes, se concentraban especialmente en el frente de la Capilla y la romería llegaba hasta la venta de Cepillados de Serrudo. Luego, salía de paseo por toda la calle de La Ciencia hasta la esquina de Milagros con la empresa de Leónidas Luis Pirela. Luego regresaba por la Calle Venezuela. En efecto, los frentes de las casa se adornaban con colorido y especial gusto. Su vecindad competía sin decirlo, para distinguirse en la combinación de los vestidos y telas más vistosos; las más bellas fantasías y los adornos eran colocadas en sus fachadas.

El viejo Rincón y los alumnos de la escuela de Taxidermia y música esperaban la procesión en su llegada y tránsito por la calle Ciencias. Los facilitadores que hombreaban el peso de La Chiquinquirá y su retablo excelso se mecían de contentos para que la Virgen diera la gracias a los Rincón de Rafael Rincón González que junto a Armando Molero y el siempre Reyes Reyito ensamblaban la popularidad y protagonismo musical del Estado Zulia.

Costumbres y delicadeces aparecían como por encanto y arte de magia en los días de Navidad. En efecto, todas las familias se preparaban para recibir a sus vecinos  con cervezas, majarete y manjar blanco y a ellas, se agregaban los invitados familiares que llegaban a la ciudad atraídos por aquellas singularidades y hábitos que se repitieron hasta aproximadamente por el año 2000. Pero la cosa no concluía allí. Después le correspondía a los visitados, retribuir estas visitas de suerte que a las 10 de la noche del 25 de diciembre en plena Pascua, todavía los vecinos se cruzaban las visitas y cantaban unidos los aguinaldos.

¿De donde salía tanto de todo y sin desperdicios?   De verdad la gente comía más que bebía y las parejas bailaban y reían más que se emborrachaban. Lucía que el vecino se preparaba y cuidaba mas su comportamiento ante su amigo y visitante. Como corolario de lo antañoso, cada casa la vestían en lo interno con delicadeza y buen gusto. La humildad se veía en sus cuadros y adornos; mas lo que más figuraba y se notaba era la complacencia de ver en su casa contentos a su vecino invitado o a aquellos que llegaban a tiempo como dice el dicho: ¡mejor llegar a tiempo que ser invitado!

No podemos ni debemos olvidar los enamoramientos entre vecinos y vecindades contiguas. Todos esperaban el 24 de diciembre para entrar en la casa de los posibles suegros, muchos se cambiaron de novios para yernos en alguna Pascua. Por eso, se comentaba mucho que El Niño Dios con esa facilitación otorgaba las primeras felicitaciones a las parejas de las cuadras favorecidas y eso se contagiaba entre los pobladores creyentes  que, por cierto, eran todos.

 

DC / Luis Acosta

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