Small is Beautiful, por Eugenio Montoro

En 1973 un tal Schumacher publicó unos escritos que pondrían a pensar sobre creencias económicas con el título “Small is beautiful” (pequeño es hermoso).

Mantenía que relacionar el bienestar con el crecimiento del producto interno bruto (PIB) era un error y que debía relacionarse con un crecimiento que utilizara un mínimo de recursos naturales.

Una de sus críticas era la de contabilizar los combustibles no renovablescomo gastos pues a su criterio deberían ser tratados como bienes de capital. Esta afirmación iba en línea con la concepción de aquellos tiempos de que el petróleo se agotaría, pero hoy el paradigmaha cambiado y la era del petróleo terminará no por su agotamiento sino por su reemplazo con otras formas de energía. De más está decir que a Schumacher tampoco le hacía gracia la globalización, pero si apreciaba las enseñanzas budistas y sus planteamientos éticos.

Pero usemos algo de la idea de “Small is beautiful” para analizar nuestra realidad.

La técnica de solucionar un problema grande dividiéndolo en partes o en problemas más pequeños es tan vieja como la sarna, pero quizás por sabida nos olvidamos de ella y con inmensa frecuencia vemos y oímos a especialistas hablando de la “situación del país” agrupando los problemas en grandes cifras y complicaciones que adquieren dimensiones que parecieran imposibles de resolver.

Muchos asuntos deben abordarse a nivel nacional. Pedir un préstamo importante, hacer una autopista, interactuar diplomáticamente con otras naciones, pero hay miles de tareas que deben repartirse entre las regiones utilizando la existente división de estados y municipios.

De esta forma los “grandes” problemas nacionales pasan atener tamaños que se pueden entender mejor y actuar sobre ellos con mayor contundencia. Por supuesto que esa “repartición” de los problemas necesita también repartir los dineros y allí aparece la necesidad de crear los tesoros regionales donde la mayor parte de los impuestos se queden en las zonas y no se marchen, como lo hacen hoy. en su casi totalidad al tesoro central.

La autonomía regional generaría multitud de ideas para mejorar las economías locales y tomaría decisiones adaptadas a cada realidad.  Algunas cosas serían comunes en toda Venezuela por ejemplo las señales de tránsito, pero un desarrollo turístico al lado de un río sería decisión soberana de las autoridades regionales y no requeriría el viacrucis de permisología centralizada pasando por casi todos los ministerios.

No estamos proponiendo nada novedoso, así funciona en muchos países y la diferencia es que hay un alto grado de confianza en la capacidad y sensatez de los locales y por ello eliminan los asfixiantes controles que genera la burocracia centralizada.

Ya que estamos próximos a salir del mariposón colorado e iniciar la construcción de un mejor país, repartamos los problemas y así tendremos muchísimas soluciones simultáneas.

 

DC/ Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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