La vida lujosa de los miembros de la FIFA

El exdirigente de la Concacaf, Chuck Blazer, alquilaba tres apartamentos en Nueva York, uno de ellos para sus gatos. ¿Qué tal?

Solo este último costaba 6.000 dólares mensuales de alquiler, aunque para él no significaba problema alguno, pues todo lo pagaba la confederación del fútbol centro y norteamericano.

Los fifos, como llaman en España a los dirigentes de la FIFA, además de la red de corrupción que investiga el FBI y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, habían construido desde hace años un mundo de ensueños para ellos mismos, donde solo existían hoteles de cinco (o más) estrellas, manjares principescos, vuelos en primera clase o jets privados y otros lujos que la inmensa mayoría de los aficionados al fútbol nunca conocerán.

No pasó inadvertido que la redada de hace 10 días contra los ejecutivos de la FIFA se realizó en el hotel Baur au Lac de Zúrich, el más costoso de la ciudad, donde una habitación cuesta como mínimo mil euros la noche.

En realidad, la FIFA había acostumbrado a sus dirigentes a esa vida de opulencia. Hace dos años, el Congreso del organismo rector del fútbol tuvo lugar en la isla Mauricio, un exclusivo destino turístico en el océano Índico. Los 1.200 participantes se alojaron en seis hoteles diferentes. La cúpula directriz fue al Sugar Beach, un hotel de seis estrellas que fue reservado exclusivamente para ellos. Las habitaciones comunes cuestan allí mil dólares la noche, en tanto la suite real, un recinto con piscina propia, sauna y valet personal, trepa a 5.000 dólares cada 24 horas.

Se supone que los empleados de hoteles de este nivel están acostumbrados a buenas propinas. Tampoco eso afligía a los fifos: hasta ahora recibían 500 dólares diarios de viático, más 250 para sus esposas o novias.

El mundo de ensueños se prolongaba en los viajes, realizados en primera clase o incluso en jets privados. Los dirigentes, además, solían moverse como diplomáticos, ahorrándose los controles aduaneros. Y por las calles se movían en limosinas escoltadas por policías en motocicletas.

 

Seguridad

Además del lujo, la FIFA buscaba la seguridad de un castillo. Durante el Mundial de Brasil 2014, su cuartel general fue el hotel Copacabana Palace de Rio de Janeiro. Vale la pena la descripción del enviado de El País, José Mastandrea:

«En las afueras, amplias barreras de aluminio y lona blanca separan al Copacabana de la gente que transita por la amplia vereda de la avenida Atlántica. Detrás del cerco de seguridad, una veintena de guardias privados, vestidos todos de negro, hablan permanentemente por walkie-talkie. Nadie puede ingresar, salvo que tenga una identificación especial que autorice su presencia en el hotel «FIFA». Cuatro patrulleros están apostados a los costados y mantienen sus luces rojas encendidas en forma permanente.

Cruzando el primer tramo de la Atlántica, en el cantero central, hay dos camiones de la Policía Militar apuntando sus trompas hacia la playa. También hay un carro de bomberos. Los 11.000 metros cuadrados del Copacabana Palace están cubiertos desde los cuatro costados».

 

Sueldos

Además, los fifos tienen elevadas remuneraciones. El periódico británico The Sunday Times informó que a principios de 2014, la FIFA decidió «en secreto» duplicar el salario de los 25 miembros de su Comité Ejecutivo, que llegó a 200.000 dólares por cabeza. El sueldo del ahora renunciante presidente Joseph Blatter también es un enigma, pero fuentes creíbles lo sitúan en dos millones de dólares anuales.

También los empleados rasos de la FIFA son privilegiados. El promedio de pagos fue de 242.000 dólares por empleado el año pasado, informó ayer la agencia Reuters. Pese a que se trata, nominalmente, de una organización sin fines de lucro, la FIFA paga mucho más que casi cualquier otra institución pública o privada en Suiza. Quizás por eso los funcionarios recibieron con aplausos a Blatter el jueves, cuando volvió a su despacho como si nada hubiera pasado.

La corrupción, además, parece venir de lejos. El exjugador inglés Graham Taylor relató a The New York Times que a principios de 1990 actuó brevemente en un comité asesor de la FIFA de 18 miembros. Cuando terminó el trabajo, los participantes formaron una cola ante un funcionario para percibir sus honorarios. Taylor se sorprendió cuando otro participante le aconsejó que pidiera el reembolso por el pasaje desde Londres, pese a que ya había sido pagado por la asociación inglesa. «Reclamá todo y luego abrí una cuenta bancaria en Suiza. Con los años el dinero se acumulará», fue la sugerencia.

DC – GDA

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