La isla del mal

Las autoridades de ese momento aceptaron el uso de una moneda exclusiva para los enfermos del primer leprocomio de Venezuela; la llamaban lazareto y contaba con varias denominaciones. Los familiares que visitaban a los contagiados debían cambiar los bolívares al llegar, y así lograban que la moneda maldita no circulara fuera de la isla.

La isla está ubicada en el municipio Almirante Padilla del Zulia, dentro de la bahía del Tablazo fue conocida como Isla del Burro,  de Lázaro, de Mártires y de Providencia. Desde 1831 hasta 1984 el lugar sirvió para atender a los enfermos de lepra del estado y el país, comenzó con un edificio de 20 habitaciones que albergada a cinco enfermos, con el tiempo los afectados llegaron a rondar los mil internos y contó con 17 pabellones de hospitalización, casas, iglesias, una cárcel, una biblioteca, un cine, un cementerio y varias plazas. La idea surgió en 1828 gracias al Libertador Simón Bolívar

El compinche de los leprosos

La depresión de los enfermos los llevaba al borde del suicidio. Rubén Acosta, policía de la isla de Providencia, se encargaba de que los internos no se suicidaran. Pero su buen corazón lo llevó a crear vínculos con los contagiados y por las noches los dejaba escapar en lanchas. “Algunos regresaban, otros se quedaban en la ciudad”.

Acosta tiene 92 años actualmente y de su trabajo en la isla recuerda que no les permitían entablar relaciones afectivas con los internos. Cuando Pablo Guerrero, su jefe, se enteró del encompinchamiento con los leprosos decidió enviarlo de vacaciones y luego despedirlo. “Ese trabajo no era para mí, ni siquiera quería usar el arma que me asignaron y siempre tenía problemas por eso”.

Así eran felices

Cecilia Moncada trabajó como mucama por 37 años en el hospital, la mujer todavía visita a los internos que ahora se encuentran recluidos en un centro especializado en Palito Blanco donde reubicaron a los enfermos. Hoy en día están internados 18 hombres y tres mujeres que padecen de lepra. “Trabajar con ellos fue grato, en la isla había mucho amor, era la isla de la felicidad”.

Según el testimonio de Moncada, entre los pacientes se iniciaron nuevas relaciones amorosas, y según ella se trataba del mejor amor por no tener papeles. Sin embargo la sombra de la enfermedad los perseguía, “eran felices, pero caminaban sobre el dolor”.

 

Escuche el relato de Rubén Acosta

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