
Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos han lanzado una operación contra barcos vinculados al narcotráfico en el océano Pacífico y el mar Caribe, utilizando drones, helicópteros y aviones de combate. Esta información proviene de fuentes que confirman los recursos empleados en las misiones.
Los ataques han sido mayormente ejecutados con drones MQ-9 Reaper, que generalmente llevan misiles Hellfire, y también con aeronaves tripuladas como los aviones de ataque AC-130J. Desde septiembre, se han registrado 19 ataques que han dejado 76 muertos y han destruido 20 embarcaciones.
El Pentágono no ha confirmado oficialmente qué aeronaves están utilizando en estas operaciones. Sin embargo, se ha observado un aumento en la actividad militar estadounidense en Puerto Rico y El Salvador, incluyendo la reciente activación de la Estación Naval Roosevelt Roads en Puerto Rico, que había estado cerrada desde 2004.
Un avión AC-130J fue avistado en la base de Comalapa en El Salvador, donde anteriormente se utilizaba principalmente para vigilancia marítima. Ahora también se emplea para operaciones ofensivas, lo que permite a Estados Unidos monitorear mejor el tráfico de cocaína que se dirige hacia su territorio.
Los Drones MQ-9, basados en Puerto Rico, son usados para atacar objetivos con misiles AGM-114 Hellfire, mientras que los AC-130J están equipados con armamento de gran calibre, incluido un obús de 105 mm. Las operaciones han encontrado un nuevo enfoque en el tráfico de drogas por rutas del Pacífico, dadas las pruebas más sólidas de nexos entre Colombia y México para el tránsito de cocaína a Estados Unidos.
Funcionarios estadounidenses han indicado que cada ataque puede costar cientos de miles de dólares. Por ejemplo, un misil Hellfire tiene un costo aproximado de 150.000 dólares y el funcionamiento de un drone MQ-9 cuesta alrededor de 3.500 dólares por hora. El costo del vuelo de un F-35 es de 40.000 dólares la hora, mientras que el costo del AC-130J no ha sido especificado.
Esta intensificación de las operaciones coincide con un cambio de enfoque estratégico por parte del Pentágono, cada vez más centrada en interrumpir rutas de tráfico menos controladas en el océano Pacífico.
DCN/Agencias