El 11 de diciembre de 2024, un luctuoso hallazgo sacudió a un hotel en la isla de Bali, Indonesia. Karolina Krzyzak, una polaca de 27 años, fue encontrada muerta en su habitación. Según informaciones de la revista The Cut, la mujer había ignorado repetidas ofertas para llamar a un médico y se alimentaba apenas de una fruta al día.
Karolina llegó al hotel de Ubud tres noches antes, con la inusual petición de vistas a la piscina y una estricta dieta. Bernard Hudepohl, el dueño del establecimiento, se mostró preocupado al verla en persona. Su estado era alarmante: no podía caminar sin ayuda, lo que obligó a un recepcionista a cargarla hasta su habitación. A pesar de la debilidad evidente, se negaba a recibir atención médica, lo que inquietó a los demás empleados.
La situación se volvió crítica cuando una amiga de una cafetería vegana local llamó a la recepción, reportando que Karolina no respondía a sus mensajes. Al entrar en su habitación, el personal halló su cuerpo sin vida, en un estado que revelaba la gravedad de su desnutrición.
Desde su adolescencia, Karolina se vio atrapada en una espiral de trastornos alimentarios y dietas extremas, impulsadas por una comunidad de ‘influencers’ veganos. En una publicación en redes sociales, había expresado su autocrítica: "¿Por qué lloras? Porque soy gorda". Su deseo por un cuerpo ‘ideal’ la llevó a seguir consejos peligrosos, a pesar de las preocupaciones de su familia y amigos.
En un intento de encontrar bienestar, pasó tiempo en Tenerife, donde parecía más feliz, pero la pérdida de su gato la sumió en una profunda tristeza que la condujo de nuevo a Bali. Allí, se unió a una comunidad frugívora, donde su salud se deterioró dramáticamente, llegando a pesar solo 27 kilos.
A pesar de las insistencias de su círculo cercano, ella rechazó cualquier tipo de tratamiento. Sus amigos cargan con la culpa por no haber podido ayudarla, y algunos han expresado que la presión social y la fantasía de un estilo de vida idealizado la atraparon en un ciclo destructivo. Según Emilia, una ex-comunidad de crudiveganos, muchos de esos ‘influencers’ enfrentan igualmente problemas de salud, algo que Karolina parecía ignorar.
Este trágico desenlace plantea interrogantes sobre los peligros de las dietas extremas y la presión social en torno a los estándares de belleza. Una lección dura que resuena en todos nosotros.
DCN/Agencias