Esta semana, un desfile militar en Pekín marcado por el 80.º aniversario de la victoria sobre Japón y el final de la Segunda Guerra Mundial se llevó a cabo en el Gran Salón del Pueblo. Este evento, parte de una cumbre internacional, mostró no solo tanques y misiles, sino también una declaración de intenciones en el contexto geopolítico actual.
Los expertos plantean que, a pesar del tamaño del Ejército Popular de Liberación de China, su capacidad para proyectar poder de combate fuera de sus fronteras es limitada. Los desfiles, argumentan, no reflejan realmente las capacidades operativas ni la experiencia en combate. China enfrenta contraargumentos debido a su logística y la red de bases militares de Estados Unidos, que les otorgan una ventaja en proyección de fuerza.
En cuanto a sus aliados, como Rusia y Corea del Norte, se destaca que aunque poseen poder militar, sus limitaciones han quedado evidenciadas en conflictos recientes. La alianza entre estos países puede tener un trasfondo en la resistencia a la hegemonía de Estados Unidos, pero su efectividad en combate exterior es cuestionable.
En el caso de América Latina y específicamente Venezuela, el país no es visto como un campo de batalla directo, sino como un escenario de influencia. Venezuela ha recibido armamento de Rusia y China, aunque su calidad y mantenimiento han sido deficientes, limitando así su efectividad militar. El desfile en China, en este contexto, representa un esfuerzo del chavismo para reforzar sus vínculos internacionales para sobrevivir a las sanciones.
Jorge Rodríguez viajó a China buscando garantías económicas y apoyo para el régimen, en medio de presiones externas. Su participación en la cumbre de la OCS resalta la intención de consolidar vínculos que sostengan al chavismo en tiempos de crisis.
DCN/Agencias