En Venezuela, el mes de agosto no es igual para todos los niños. Mientras algunos disfrutan de vacaciones en piscinas, excursiones y meriendas selectas, otros improvisan su tiempo libre con paseos gratuitos, películas repetidas o tortas hechas en casa.
El receso escolar, que debería ser un período de diversión, se ha convertido en un desafío cotidiano para muchas familias. Con ingresos limitados que apenas cubren alimentos y medicinas, las actividades recreativas quedan en un segundo plano.
Entre la escuela y las vacaciones
Bárbara, trabajadora de un organismo estatal y madre de una niña de 7 años, expresa su dilema: «No puedo inscribirla en un plan vacacional ni enviarla de viaje. Mi prioridad es reunir lo necesario para la inscripción y los útiles escolares».
Incluso las salidas como ir al cine o a la playa se perciben como lujos. Un día de playa puede costar entre 30 y 50 dólares, considerando el transporte y los refrigerios. «La llevé a Los Próceres y hicimos una torta en casa. Me gustaría que aprendiera un idioma, pero no hay forma», cuenta.
Planes vacacionales para pocos
En Caracas, existen diversas actividades organizadas para niños de 4 a 12 años, pero sus precios oscilan entre 100 y 200 dólares por semana, lo que las hace inaccesibles para la mayoría. Empresas como Tío Ven, que incluyen transporte y actividades, cobran 190 dólares, mientras que los clubes privados tienen tarifas similares, además de costos adicionales por vestimenta. Las opciones gratuitas de las alcaldías, como en parques, dependen de que cada familia lleve su propia comida y bebida.
Infancias más sedentarias
Cruz, técnico en reparación de línea blanca y padre de dos adolescentes, señala que el entretenimiento en su hogar se limita a las pantallas y videojuegos. «No puedo sacarlos cada fin de semana. En vacaciones, la comida se acaba rápido, pero les compro chucherías para consentirlos», relata.
Para él, gastar más de mil dólares en vacaciones es inconcebible. «La mayoría de lo que ganamos cubre lo básico», dice, recordando una infancia más libre. En un país con desigualdades marcadas, las vacaciones escolares reflejan estas diferencias: para algunos, aventuras; para otros, la necesidad de crear alegría con lo poco que tienen.
DCN/Agencias