El Gobierno de Panamá ha implementado un programa de préstamos bancarios por 6.000 millones de dólares para financiar su presupuesto, evitando así la emisión de nuevos bonos soberanos en este año. Esta estrategia ha permitido que los títulos existentes suban a un rendimiento superior al 11% para 2025.
No obstante, analistas e inversionistas han señalado que esta medida brinda solo un alivio temporal, y el país podría verse forzado a regresar a los mercados pronto, en medio de crecientes preocupaciones sobre su sostenibilidad fiscal. El déficit público se elevó el año pasado a un 7,3% del Producto Interno Bruto (PIB), y aunque el presidente José Raúl Mulino prometió reducirlo al 4% para 2025, proyecciones de instituciones como Morgan Stanley prevén un déficit de 6,5%. Esto aumenta el riesgo de que Panamá pierda su grado de inversión y caiga en la categoría de «bono basura».
El uso de deuda bancaria en lugar de bonos es menos común en economías de mayor calificación como la de Panamá, que históricamente ha gozado de acceso efectivo a los mercados internacionales. Sin embargo, esta nueva estrategia tiene riesgos adicionales, ya que muchos de los préstamos están denominados en euros y francos suizos, lo que expone al país a fluctuaciones cambiarias. Desde febrero, la depreciación del dólar ha incrementado la deuda panameña en aproximadamente 220 millones de dólares.
Por otro lado, solo uno de los préstamos cuenta con cobertura contra la volatilidad de divisas, aunque el gobierno ha indicado que está buscando nuevas opciones. La clave estará en si el presidente Mulino utilizará este respiro para abordar el déficit estructural. La presión sobre el futuro fiscal se mantiene, ya que los compromisos bancarios vencerán en tres años, y si Panamá no restaura la confianza en su manejo fiscal, el costo de regresar al mercado internacional podría ser elevado.
DCN/Agencias