El difícil regreso de Andry Hernández, de migrante a prisionero en El Salvador
Andry Hernández, un maquillador y estilista de 33 años, volvió a su hogar en Capacho, Táchira, después de pasar cuatro meses encarcelado en El Salvador. A su llegada, recordó cómo su viaje migratorio, lleno de esperanzas, se transformó en una experiencia traumática.
«Salí de mi casa con una maleta llena de sueños, con la intención de ayudar a mi comunidad y a mi familia», expresó Hernández. Sin embargo, esos sueños se convirtieron en pesadillas mientras estuvo en una prisión de alta seguridad dedicada a pandilleros en El Salvador, donde alegó haber sufrido abuso.
Hernández forma parte de un grupo de 252 migrantes venezolanos que fueron deportados por Estados Unidos sin juicio, bajo acusaciones de ser miembros de la banda criminal Tren de Aragua. Su regreso se produjo a bordo de un vehículo de la Guardia Nacional, donde fue recibido con alegría por amigos y familiares. A su arribo, la multitud vitoreaba su nombre: «¡Andry, Andry, Andry!», mientras él se arrojaba a los brazos de sus padres.
En mayo de 2024, Andry había partido hacia Estados Unidos con la esperanza de mejorar su perspectiva económica y escapar de la discriminación a la que se enfrenta como miembro de la comunidad LGBTQ+ en su localidad. Sin embargo, nunca llegó a pisar el suelo estadounidense; primero fue detenido en un centro de migrantes antes de ser trasladado al Centro de Control del Terrorismo (Cecot).
Al llegar a su pueblo, Andry se dirigió a la prensa diciendo: «Gracias por el cariño que me han demostrado, me sentí acompañado en esa prisión de máxima seguridad». También mostró los tatuajes de coronas en sus muñecas, que fueron utilizados como evidencia de su supuesta pertenencia a la mencionada banda, lo que facilitó su envío a la prisión construida por el presidente Nayib Bukele.
Con su regreso, Andry intenta reintegrarse a la vida en su país, donde dos mundos chocan: el de los sueños de migrar y el de la dura realidad vivida en El Salvador.
DCN/Agencias