Gregory Sanabria: historia de un regreso al encierro
Gregory Sanabria, a sus 31 años, nunca imaginó volver a la prisión. En Venezuela pasó casi cuatro años en el Helicoide, una cárcel famosa por las violaciones a los derechos humanos, por su activismo estudiantil. Ahora, diez años después de esos años difíciles en el país, fue detenido de nuevo, esta vez en un centro de migrantes en Texas.
El pasado junio, Sanabria fue arrestado durante una cita rutinaria con las autoridades migratorias en Houston. Permaneció casi cuatro meses bajo custodia federal, con el miedo de ser deportado al país del que huyó.
Sanabria llegó a Estados Unidos en 2022, atravesando la selva del Darién y cruzando la frontera con México desde Matamoros. Tras entregarse a la Patrulla Fronteriza, pasó una entrevista inicial, recibió permiso para quedarse y comenzó a presentarse periódicamente, esperando una respuesta a su solicitud de asilo. Fue durante una de esas citas que fue detenido.
El Departamento de Seguridad Nacional lo acusó de estar en el país "ilegalmente", aplicando cambios retroactivos de la administración Trump, según su abogado Juan Molina. Su arresto formó parte de una ofensiva para acelerar las deportaciones; en ese mismo mes, se alcanzó un récord de casi 60,000 detenidos por ICE, la mitad sin antecedentes penales.
Durante su traslado a Montgomery, Sanabria inició una huelga de hambre por miedo a ser deportado a Venezuela. Después de varios días, un guardia le aseguró que no podían enviarlo de regreso sin una orden de deportación, lo que lo llevó a retomar la alimentación.
Al comparar su encierro actual con su experiencia en Caracas —donde sufrió torturas—, Sanabria comentó que este lugar era mejor atendido, aunque sigue insistiendo en que la detención no debió ocurrir.
El 18 de septiembre, su audiencia marcó un cambio significativo: el juez aceptó su solicitud de asilo presentada en 2022. Para él, fue un momento de victoria personal.
En sus tres años en EE. UU., había construido una nueva vida. Con lo puesto, comenzó a trabajar de lavaplatos, aprendió inglés en su empleo y luego se expandió en construcción y electricidad, hasta conseguir un trabajo en servicios de datos relacionado con su carrera de ingeniería eléctrica en Venezuela.
Sin embargo, su detención le costó perder su hogar y acumular deudas. A pesar de esto, sigue con la convicción de reconstruir lo perdido. "He empezado de nuevo varias veces", concluyó.
DCN/Agencias