Desde la presidencia, Donald Trump aconsejó a las mujeres embarazadas que “aguanten” antes de recurrir al Tylenol para lidiar con fiebres o dolores de cabeza. Durante una conferencia de prensa el lunes, dirigida a abordar el autismo, reiteró en varias ocasiones que sería mejor soportar el malestar en lugar de tomar acetaminofén, un medicamento comúnmente recomendado en el embarazo.
Trump indicó que, si las mujeres embarazadas se ven obligadas a usar Tylenol, esa decisión debería ser personal. Esta declaración generó reacciones, ya que muchas mujeres y expertos la interpretaron como un ejemplo de cómo se minimiza el dolor físico que experimentan las mujeres.
Amanda Tietz, defensora de los derechos de las mujeres, expresó su frustración por las palabras de Trump, alegando que desestimaron el dolor real que las mujeres enfrentan durante el embarazo, así como los riesgos asociados a la fiebre.
Además, se generó discusión sobre la falta de evidencia que vincule el uso de Tylenol por parte de las madres con el autismo o TDAH en los niños. Este tipo de declaraciones también se da en un contexto más amplio, donde la salud de las mujeres y su autonomía se han vuelto temas sensibles, especialmente tras la decisión de la Corte Suprema de 2022 que revocó las protecciones constitucionales para el aborto, dejando a muchas mujeres en busca de apoyo y respeto ante sus decisiones.
Jerome Adams, exdirector de salud pública de la administración de Trump, criticó las palabras del presidente en redes sociales, mencionando cómo se avergonzó a las mujeres embarazadas y se culpó a las madres de niños autistas. Adams hizo un llamado a la amabilidad y a evitar la estigmatización en la conversación sobre salud y maternidad.
En resumen, las declaraciones de Trump han abierto un debate sobre el dolor de las mujeres en el embarazo y la responsabilidad asumida en la crianza, en un ambiente donde las decisiones de salud son cada vez más complejas y personales.
DCN/Agencias