Seis asesinatos, una carta española que se transforma en una firma letal y un escalofriante total de 142 años de prisión

El Enigma del Asesino de la Baraja

Un día cualquiera, el 24 de enero de 2003, un ambiente tranquilo reinaba en un edificio de la calle Alonso Cano, en Madrid. El portero, Juan Francisco Ledesma, realizaba sus labores cotidianas junto a su hijo pequeño, cuando un hombre entró sin causar sospechas. Sin previo aviso, le exigió a Ledesma que se arrodillara y, con un movimiento firme, le disparó en la cabeza. El niño, inmóvil y sin entender lo que sucedía, presenció la escena aterradora. Para la Policía, era solo otro crimen en una metrópoli que parece acostumbrarse a lo peor. Sin embargo, esta acción marcaría el comienzo de una serie de asesinatos enigmáticos.

Doce días después, el 5 de febrero, Juan Carlos Martín Estacio, un empleado de limpieza que se dirigía a su trabajo, fue asesinado en la Alameda de Osuna. El mismo atacante, que había matado al portero, lo obligó a arrodillarse antes de dispararle por la nuca, dejando tras de sí un as de copas. Esa tarde, el asesino hizo lo suyo en un bar en Alcalá de Henares, donde causó caos y muerte sin pronunciar una sola palabra. Mikel Jiménez, un joven de 18 años, y Juana Dolores Uclés, de 57 años, fueron sus víctimas. A pesar de la brutalidad, el asesino se retiró como había llegado: con calma. La prensa comenzó a referirse a él como el "asesino de la baraja".

El 7 de marzo, el terror continuó en Tres Cantos, donde un joven llamó al azar a un amigo y recibió un disparo en la cara, quedando milagrosamente vivo. Un detalle peculiar se dejó atrás: un dos de copas con un punto azul en el reverso, una firma silenciosa del asesino.

El 18 de marzo, en Arganda del Rey, George y Doina Magda, un matrimonio rumano, se convirtieron en las siguientes víctimas. El atacante no mostró clemencia y dejó a su paso un tres y un cuatro de copas en el lugar del crimen. Doina falleció dos días después en el hospital.

El "asesino de la baraja" se ha convertido no solo en un tema de conversación, sino en un puzle aterrador para las autoridades y los ciudadanos. Este misterio continúa sujeto a la curiosidad y al temor de quienes han seguido de cerca estos sangrientos sucesos, que resonaron mucho más allá de las fronteras madrileñas.

DCN/Agencias

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