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Las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela han subido de tono en los últimos años. Con el despliegue de buques de guerra en el Caribe y el ataque a una lancha presuntamente vinculada al narcotráfico, resultaron muertos sus 11 tripulantes, lo que marcó un hito en la relación entre ambos países.
En 2019, durante la administración de Donald Trump, se intensificaron las fricciones después de que Juan Guaidó se proclamara presidente encargado para sacar a Nicolás Maduro del poder. Un momento clave fue cuando el entonces asesor de seguridad nacional, John Bolton, mostró una nota sobre “5.000 tropas a Colombia”, lo que aumentó las preocupaciones de un posible conflicto armado.
Actualmente, hay ocho buques de guerra y 4.000 efectivos militares estadounidenses, incluido un submarino nuclear, en la región. El ataque a la embarcación representa un nuevo escalón en la estrategia de presión de Estados Unidos sobre el gobierno venezolano.
A lo largo de seis años, Venezuela ha denunciado intentos de conspiración por parte de Estados Unidos. El retiro del personal diplomático estadounidense en 2019 y las sanciones económicas impactaron la industria petrolera del país, intensificando el conflicto diplomático.
La narrativa estadounidense se basó en la premisa de que “todas las opciones están sobre la mesa”, aludiendo a posibles acciones drásticas para cambiar el régimen en Venezuela. En respuesta, el gobierno de Maduro ha reforzado su discurso antiimperialista y adoptado medidas represivas contra sus opositores, que incluyen encarcelamientos y exilios.
Este desarrollo reciente se inscribe en la prolongada historia de tensiones entre ambos países y refleja el clima geopolítico actual en la región del Caribe.