Descubre el rincón más silencioso del mundo, un paraíso de tranquilidad inaudita

Los secretos del silencio absoluto en Mineápolis

En el corazón de Mineápolis, hay un laboratorio que parece salido de una película futurista. Se llama Orfield Laboratories, dirigido por Steven Orfield, y alberga la cámara anecoica más silenciosa del mundo, reconocida por el Libro Guinness de los Récords. Este lugar cuenta con un asombroso nivel de -13 decibelios, que es más bajo de lo que el oído humano puede percibir.

Al entrar en esta cabina, el silencio es tan absoluto que los sonidos internos de nuestro cuerpo se convierten en los verdaderos protagonistas. Muchos visitantes han reportado que pueden escuchar el latido de su corazón, la sangre fluir por sus venas, e incluso el crujir de sus articulaciones al moverse. Este fenómeno ocurre porque el oído, al no captar ruidos externos, se vuelve hipersensible a las señales que provienen del interior. Por esta razón, la mayoría de los visitantes solo son capaces de quedarse 45 minutos dentro de esta experiencia.

La idea de estas cámaras surgió en los años 40, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos buscaba probar altavoces que simulasen el sonido de ejércitos sin alertar a la población. Científicos de Harvard idearon estructuras de fibra de vidrio que absorbían ondas sonoras. El resultado fue un espacio tan silencioso que parecía un santuario del silencio.

Décadas después, Orfield adquirió su cámara de una empresa de productos acústicos a un precio económico. Luego, un equipo de fútbol universitario se encargó de desmontarla y trasladarla en tres camiones. Durante años permaneció almacenada hasta que en 1990 fue instalada en un edificio que anteriormente había sido un estudio de grabación. Esta enorme caja hexagonal de acero queda suspendida en una estructura más grande, con muros de hormigón de 30 centímetros y una pesada puerta que crea la ilusión de estar en un vacío absoluto.

Sin embargo, la experiencia de estar en un silencio tan profundo no es tan placentera como podría parecer. El doctor Oliver Mason de la Universidad de Surrey ha investigado cómo reaccionan las personas en estos entornos. La privación sensorial lleva al cerebro a crear “señales fantasma”, generando ilusiones, ruidos inexistentes e incluso alucinaciones. En sus estudios, muchos solo pueden resistir 20 minutos en completa oscuridad y silencio antes de comenzar a ver figuras o luces imaginarias. No se trata de una enfermedad, sino de la curiosidad natural del cerebro por encontrar patrones.

Así que, si alguna vez te animas a visitar este templo del silencio, ¡prepara tus sentidos para una experiencia única!

DCN/Agencias

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