Aumento alarmante: las hospitalizaciones de adolescentes por depresión se multiplican por 12 en los últimos 20 años.

El deterioro de la salud mental se ha vuelto evidente, especialmente en países desarrollados. En los últimos años, se ha documentado un aumento significativo de trastornos mentales en la población, incluidos niños y jóvenes, lo que es motivo de preocupación por las repercusiones que puede tener en la adultez si no se interviene a tiempo. La depresión, en particular, ha visto un incremento alarmante en las solicitudes de ayuda por parte de menores, aunque estos aún son pocos en comparación con la población total. Según datos, en dos décadas, el número de hospitalizaciones infantiles por depresión creció un 1.217%, alcanzando casi 1.800 ingresos en 2021.

Este fenómeno fue analizado en un estudio de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), publicado en el Journal of Affective Disorder, que revisó los casos de adolescentes hospitalizados por depresión en España entre 2000 y 2021. La investigación se enfoca en la depresión debido a su notable aumento y las diferencias en el perfil de quienes la padecen, así como sus consecuencias para la salud mental en la adultez.

Los autores del estudio, dirigidos por Eduardo González Fraile, aseguran que la depresión en niños y adolescentes puede llevar a un mayor riesgo de consumo de sustancias, mal rendimiento académico, deterioro social, y un incremento en conductas suicidas. Estos problemas traen consigo considerables efectos económicos y sociales, lo que hace necesario comprender estas tendencias para implementar políticas públicas efectivas.

La mayoría de los ingresos hospitalarios comenzaron a incrementar a partir de 2011, coincidiendo con la expansión de las redes sociales. En comparación con otros trastornos mentales, los adolescentes con depresión presentan características diferentes; un 74,3% de los ingresados son niñas, y su estancia promedio en el hospital es de 7 días, lo que es mayor que en otros casos psiquiátricos. Las tasas de hospitalización, que rondaban los 20 por cada 10.000 ingresos en la primera década del siglo, aumentaron a más de 200 para finales de 2021.

González Fraile menciona que este incremento puede estar relacionado con factores sociales y culturales, como la incertidumbre futura tras la crisis económica de 2008, el uso intensivo de redes sociales, y nuevas dinámicas sociales basadas en la inmediatez.

Además, el impacto de la pandemia de COVID-19 intensificó los ingresos hospitalarios, especialmente por problemas de salud mental, siendo un desencadenante de trastornos depresivos. La mediana de edad de los adolescentes hospitalizados por depresión es de 16 años, y aunque los trastornos por consumo de sustancias son comunes, el comportamiento suicida se asocia de manera más significativa en este contexto.

DCN/Agencias

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