En una operación inusitada, Ucrania destruyó más de 40 aeronaves militares rusas, incluida una serie de bombarderos estratégicos, a través de un ataque coordinado con drones FPV. Moscú ha confirmado que varios de sus aviones «ardieron en llamas» tras el impacto, lo que representa uno de los daños más significativos a la aviación rusa desde que comenzó el conflicto.
El ataque, conocido como «Operación Telaraña», se llevó a cabo tras más de un año y medio de planificación. Según relatos, los drones fueron introducidos de contrabando en Rusia y escondidos en compartimentos de madera dentro de camiones de carga modificados. Conductores rusos, ajenos a la naturaleza de la carga, transportaron los vehículos hasta bases aéreas estratégicas. En el momento preciso, se abrió a distancia el techo de los camiones y los drones despegaron para atacar los bombarderos rusos.
Imágenes publicadas por Ucrania muestran el impacto devastador del ataque, con aeronaves ardiendo y bases aéreas rusas gravemente dañadas. Entre los aviones destruidos se hallan modelos de capacidad nuclear como el Tu-22M3 y el Tu-95, así como aviones de alerta temprana A-50. Los daños se estiman en más de 2.000 millones de dólares, lo que supone un gran revés estratégico para Moscú.
Además del ataque, se reportaron explosiones y columnas de humo en Severomorsk, una base clave de la Flota del Norte que alberga submarinos de propulsión nuclear. La magnitud de la operación ha generado incertidumbre sobre la capacidad de respuesta de Rusia y su impacto en el desarrollo del conflicto.
Mientras el Kremlin analiza los daños y ajusta su estrategia, Ucrania reafirma su compromiso de realizar operaciones precisas para debilitar la infraestructura militar rusa. La comunidad internacional observa con atención los acontecimientos, en un contexto donde la guerra avanza hacia una nueva fase de confrontación tecnológica y táctica.
DCN/Agencias