El Santo Cristo de Aranza: 470 años de vigilante devoción sobre Maracaibo

La Capilla del Santo Cristo de Aranza, ubicada en Maracaibo, ha vigilado la entrada del puerto durante 470 años y se ha convertido en un punto de peregrinación durante la Semana Santa. Este templo, el más antiguo de la ciudad, atrae a feligreses y visitantes por las fascinantes leyendas que giran en torno a su historia, situada en la colina de la actual calle 110 de Haticos por Arriba, en la parroquia que lleva el mismo nombre de la venerada reliquia que posee: el Santo Cristo de Aranza.

Luis Barroso, un fiel conocedor de la capilla, ha estado vinculado con este lugar desde niño y ahora actúa como guía. Él comenta que, al ser la primera construcción religiosa de Maracaibo, su nombre proviene de la imagen del Cristo de Aranza, la cual llegó a la ciudad hace más de 470 años, tras caer de un barco español que surcaba el Lago de Maracaibo.

La historia de esta reliquia es paralela a la del Cristo Negro y la Virgen de Chiquinquirá, ya que también arribó por el lago. Barroso narra que hace siglos, indios de una misión cercana observaron el momento en que una caja cayó de un galeón. Siguiendo la corriente, utilizaron túneles subterráneos para recuperar la caja, en cuyo interior encontraron la imagen del Cristo.

En el continente, solo existen dos imágenes similares: una en México y la otra en Maracaibo, según Barroso. Esta imagen de madera tiene dientes y lengua, y contiene inscripciones en textos aún no descifrados. Se dice que fue tallada en 1555 con materiales como palmas y paja, como reveló un investigador que halló documentos bajo el suelo de la iglesia.

En 1813, durante la Guerra de Independencia, la capilla fue restaurada por José Díaz Varela, quien la utilizó para almacenar armamento y uniformes. Actualmente, las paredes del templo albergan tumbas antiguas, entre ellas, la familia Guruceaga de 1882, propietarios de las tierras donde se construyó la capilla, y el pastor fray Maximiliano de Finestra, fallecido en 1884.

Desde su posición en la colina, el Cristo de Aranza ha sido un eterno guardián, ofreciendo su protección y legado a la ciudad a lo largo de los siglos.

DCN/Agencias

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