En la actualidad, se ha observado un cambio significativo en la forma en que los jóvenes se comunican. Años atrás, era común llamar a una persona por teléfono sin temor a interrumpir. Sin embargo, muchos de los más jóvenes han mostrado una creciente aversión hacia las llamadas telefónicas, prefiriendo métodos de comunicación como mensajes de texto.
Este fenómeno, conocido como ‘telefobia’, se refiere a un miedo irracional de hablar por teléfono, y ha sido identificado en gran parte de la población joven nacida entre 1990 y 2010. La psiquiatra infanto-juvenil Silvia Ongini, del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, explica que este temor podría estar relacionado con sentimientos de inseguridad y ansiedad durante las interacciones en tiempo real. Según Ongini, quienes sufren de esta fobia temen no ser capaces de comunicarse adecuadamente, decir algo inapropiado o ser juzgados.
Este miedo está vinculado a la falta de tiempo para corregir respuestas, una diferencia importante con los mensajes de texto, donde se puede reflexionar y editar antes de enviar. Además, la doctora Cynthia Dunovits, especialista en salud mental, señala que esta aversión forma parte de un fenómeno más amplio de ansiedad social, que incluye un temor a la evaluación negativa en situaciones públicas.
La generación Z, que ha crecido en un entorno repleto de redes sociales y mensajería instantánea, ha adaptado sus métodos de comunicación a este nuevo contexto. Una encuesta de Uswitch reveló que el 61% de los jóvenes de entre 18 y 34 años prefieren enviar mensajes de texto a hacer llamadas, y el 23% nunca responde a las llamadas que recibe. Esta tendencia también se refleja en una encuesta de McKinsey Health Institute, que indica que el 50% de los jóvenes busca ayuda por problemas de salud mental como ansiedad y depresión.
Los síntomas de la telefobia incluyen la evitación de llamadas, ansiedad o pánico al recibir una, y en casos severos, palpitaciones o mareos. Muchos de los afectados revisan sus conversaciones después de la llamada, lo que puede intensificar su autoevaluación negativa y afectar su autoestima.
Finalmente, los cambios socioculturales, como el aumento del uso de redes sociales y la experiencia de la pandemia, han limitado las oportunidades de interacción personal, esenciales para la adquisición de habilidades sociales. Según Ongini, la comunicación virtual carece de los matices emocionales necesarios para una mejor comprensión entre las personas.
DCN/Agencias