A Propósito de los Abajo Firmantes. Por Luis Orozco

Bastará con decir que los numerosos ataques recibidos por quienes firmaron aquel lamentable “Manifiesto de Bienvenida a Fidel Castro”, son muestra del ruidoso fanatismo en el que tantos venezolanos han caído tras años de indecibles tragedias. La inevitable consecuencia de tanto tiempo viviendo bajo una dictadura que, además de haber vulnerado todo clases de derechos, ha sumergido el país en la mayor crisis humanitaria en la historia de América Latina.

Si bien estos ataques injustificados suelen aparecer tímida e intermitentemente, una publicación de VVperiodistas y Chacao Today desató una serie de arremetidas en contra de los “abajo firmantes” que iban desde la crítica racional hasta la ofensa más inmerecida. Porque si algo se ha de recordar es que este grupo de 911 figuras que firmaron el manifiesto, no es precisamente un bloque monolítico. Si bien algunos han sido chavistas y algunos forman parte hoy en día de la oposición más cohabitante y colaboracionista, muchos de ellos han sido desde un principio contrarios al régimen, aún durante aquellos años en los que su popularidad era lo suficientemente sólida como para ver el apoyo como la opción más fácil y beneficiosa.

Sería insensato negar que muchos de quienes firmaron este deleznable manifiesto encarnaron la irónica metáfora de ser los pirómanos que eventualmente se convierten en bomberos.

Muchos de los abajo firmantes han pagado caro su compromiso por la causa democrática, al haber sido víctimas de persecuciones y criminalización por parte de una dictadura de izquierdas que a muchos de ellos los tildó públicamente de tarifados y desestabilizadores. De hecho, no pocos han tenido que dejar Venezuela y embarcarse hacía el insípido azar del exilio debido al peligro que sus vidas corrían.

Y como víctima de la violencia del régimen, y al haberme visto forzado a escapar del país, sería insensato de mi parte no valorar este hecho, al verme reflejado en él.

La Grieta

No obstante, otro hecho injustificable del que hemos sido testigos tras la publicación de estas cuentas de dudosa credibilidad, no es solo el ataque desproporcionado hacia los abajo firmantes, sino también la desacreditación automática de quienes han llegado a emitir críticas y cuestionamientos racionales, como si estos estuvieran insinuando la aplicación de otra Lista Tascón.

Esta manipulación, tan deliberada como malintencionada, solo expone la típica zalamería y servilismo que históricamente se ha visto dentro los séquitos de todo aquel que forme parte de la intelligentsia nacional. Basta con pensar en Petkoff y ese patético culto a la personalidad que ha girado en torno a su figura, incluso después de la muerte.

Lógicamente, a varios de los abajo firmantes se les ha de tener el respeto que aún merecen. Pero de ahí a convertirlos en figuras intocables a quienes no se les ha de cuestionar nada, es tan patético como contraproducente. Es un vicio que degenera la esencia de la opinión pública, sin importar que este se encuentre hoy debilitada y minimizada ante tantos años de censura y atentados sistemáticos contra la libertad de expresión.

Semejante despropósito no puede ser el enésimo episodio de la Venezuela de la grieta. La enferma pulsión por polarizar toda clase de temas y dividirlo en facciones irreconciliables, donde se les otorga protección draconiana a los miembros del bando al que uno pertenezca, sin importar sus deslices y errores.

Porque el caso de los abajo firmantes representó un error lo suficientemente notorio como para seguir resonando tres décadas después. Y ante la justificada indignación que este puede generar en muchos venezolanos que hemos sido víctimas de la forma en que Fidel Castro convirtió nuestro país en un vulgar satélite de La Habana, no se puede contestar preguntando si lo que se busca es una especie de inquisición criolla.

En tal caso, las preguntas que más de uno desearía saber de una vez por todas serían menos insensatas de lo que algunos de ellos y sus bienintencionados acólitos creerían.

¿Por qué firmaron esta carta en apoyo a que el país le abriese las puertas a un tirano y asesino como Fidel Castro?

¿Desconocían o les parecía propaganda imperialista sus intentos de invadir Venezuela?

¿Desconocían o les parecía propaganda imperialista la represión en Cuba?

¿Desconocían o les parecía propaganda imperialista la lucha democrática de tantos opositores cubanos presos, muertos o en el exilio?

¿Desconocían o les parecía propaganda imperialista la persecución a los homosexuales?

¿Desconocían o les parecía propaganda imperialista el caso de Reinaldo Arenas?

¿Desconocían o les parecía propaganda imperialista las ejecuciones extrajudiciales que la dictadura castrista realizaba a diestra y siniestra?

¿La violenta y atroz persecución a cualquier tipo de disidencia?

¿La esclavitud en la que tenían sometidos a los médicos que enviaban a sus misiones en el exterior?

¿La prohibición a todo ciudadano de entrar y salir libremente de la isla?

Pocas cosas son más inútiles que atacar u ofender como un imbécil, o buscar aleccionar desde el relajante comfort de la retrospección. Pero no es tan diferente el desacreditar cada pregunta o cuestionamiento apelando al “contexto”. Como si aquel que se atraviese a criticar dicho manifiesto ignorase elementos de difícil comprensión. Como si su contenido fuese no fuese cuestionable. Como si no hubiesen existido párrafos históricamente vergonzosos y deplorables, dirigidos a un tirano que ya había intentado hacerse con nuestro país.

En esta hora dramática del Continente, solo la ceguera ideológica puede negar el lugar que ocupa el proceso que usted representa en la historia de la liberación de nuestros pueblos”.

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