Sobre la tiranía. Por Albert Geovo

Existen entre una selva de ideas y opiniones, dos perspectivas muy bien marcadas sobre el pensamiento de los sistemas políticos totalitarios; por un lado se sostiene que el estatismo siendo un modelo por su origen, desgraciado, gracias a su análisis, estudio y naturaleza, existe por ignorancia de sus propagadores en accionar dicho sistema con sus mecanismos de controles sociales.

Por otro lado, la razón pura, manifiesta que los programas políticos totalitarios, son usados sólo porque esa es la forma y el cómo se puede cambiar el sistema garantista de derechos y libertades, encima destruir los fundamentos del modelo perfectible de democracia y libertad.

Ambas posiciones, están en el tapete de la filosofía y son el debate de los distintos parlamentos, aunque estos carezcan de filosofía;  cuando se escucha la primera posición del lado de expertos, se empieza a dudar y cuestionar las competencias. No es cierto, de ninguna manera, que los tiranos y acólitos, no sepan a profundidad de cuán gran daño están haciendo a la naturaleza en el amplio bosque de la razón, en este caso a la sociedad, asimismo, a las próximas generaciones en encontrar un mundo con mayor posibilidades, producto de las políticas nefastas.

En este sentido, es verdad que la población, en su mayoría desconoce, lo cual, es normal, producto de la mala educación y lo mal criados con los marcos de referencia, ya que no están enterados en su mayoría que, mientras más controles civiles, económicos y políticos, las oportunidades de desarrollo serán siempre menores.

Sin embargo, la filosofía que está de moda, es un arcoíris de mecanismos de controles civiles, políticos y económicos, que hoy se tornan más eficientes, efectivos, llevarse a cabo, a través de los medios digitales con las distintas plataformas creadas en la industria tecnológica; lo insólito, es que se lleva a cabo, bajo el beneplácito del sistema democrático internacional captado por el globalismo totalitario con el que se alinea la industria y la ciencia, cuando se piensa que es en beneficio para la población, termina siendo su opresión, con la venia de los «ciudadanos» cada vez más alienados, convertidos en individuos masas, sin ningún pensamiento crítico; para colmo de males, transformados en verdaderos autómatas, de un mundo, cada vez, menos feliz y reñido.

Además, se sabe por la crónicas de la historia, que los imperios desaparecen, se acaban, como las riquezas, ante un inmenso bosque de mecanismos de controles tiránicos, sucedió en Egipto, Persia, Grecia, Roma, e incluso en esos imperios míticos de Atlántida y Tartaria, mencionados en la historia y la filosofía; precisamente por vulnerar la sociedad, ya que unos abusaron de cargas tributarias para el sostén de la burocracia y se dice que otros cometieron el error contra natura de abusar de la naturaleza al nivel de modificarla, de sobremanera generar mutaciones genéticas hasta el cansancio.

Esto también, viene a confirmar, el cómo desaparecen países. Por ejemplo, los que vivieron la social democracia en Venezuela, incluso antes, se conforman con los nostálgicos recuerdos, hoy alrededor de diez  millones de venezolanos se encuentran parias por el mundo, muchos sin sospecharlo; igual sucede a muchas más naciones que aplicaron las mismas políticas progresistas que otrora fundieron imperios, hasta desaparecer, porque al final de cuenta, el eterno perdedor de la tragedia es el modelo tiránico, que encarna el pasado, a pesar que siempre se presente como nuevo y novedoso, armado del látigo con el azote de los controles de la propaganda roja y todo su espectro; terminando siendo siempre, no sólo vencido por la razón pura, sino preso de sus propias locuras, hasta su autodestrucción como la narrativa de todos los tiempos, lo presenta.

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