La barbarie de la minería ilegal. Por Eneida Valerio

La minería ilegal asentada en el Arco Minero en la parte sureste del país, ha desencadenado además de la terrible devastación de una amplia zona territorial y cuyos  efectos comprometen  ecosistemas importantes, una crisis humanitaria de dramáticas proporciones. No se advierte optimismo en los especialistas en cuanto la posibilidad de reducirla y resulta de  preocupación creciente, entender la incapacidad del Estado venezolano para asumir la situación de beneficio colectivo.

Hay enfermedades en la zona sureste del país, algunas  de transmisión sexual. Otras, se generan por las condiciones de insalubridad que han convertido a la zona del Arco Minero conformado por los estados Amazonas y Bolívar en exportadores de malaria  para citar un caso concreto. Esta aseveración del Dr.Leopoldo Velásquez, infectologó y Miembro de la Academia Nacional de Medicina, considera asimismo, urgente la vacunación de las poblaciones de la zona, algunas más vulnerables que otras.

Existen otras patologías, como la tosferina, sarampión y un brote reciente de fiebre  amarilla. Todas  estas patologías tienen subregistros porque no  existen cifras oficiales y cuando el gobierno ha pretendido ofrecerlas, no despierta confianza en la recepción de la misma. Los afectados, se esconden para no hablar de sus malestares, temiendo ser desplazados por otros importados en la zona en disputa. Tales situaciones, son los mejores  trasmisores de  nuevos contagios. Aquel caos, resulta un excelente torbellino de angustias y retaliaciones entre grupos criminales, que conviven bajo fuertes presiones para el logro exitoso de sus labores.

La minería ilegal en el país, ha generado serias dificultades en depredaciones de grandes fajas de terrenos, las cuales, PROVITA ha estimado  en 380. 000 hectáreas el pasado año 2000 y en más de 500.00  mil hectáreas en el 2020.Como vemos, es una creciente y delicada situación.

Esas poblaciones requieren además de  campañas d vacunación y programas sociales, mejorar sus niveles nutricionales y acceder al agua potable. El problema es de tal magnitud que la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ON, Michelle Bachelet, se refirió a esta  situación, advirtiendo el grave daño a las poblaciones integradas por etnias que ocupan más de 400  mil kilómetros, equivalente a un tercio de nuestro territorio nacional.

La porción territorial está  localizada, en el Parque Nacional Canaima, donde se localiza el Salto Ángel, el más alto salto de agua del mundo con 979 metros y declarado por la ONU Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1994. Es una preocupación la situación irregular en todas sus  expresiones lo que se ejecuta, que desde hace un buen tiempo, llama la atención a la opinión pública nacional, cuya inquietud por la pérdida de valiosos ecosistemas y de especies propias de la zona ha constituido un laberinto, de insospechadas calamidades y muchas aristas. Desde la crisis  humanitaria ya  señalada, hay que señalar, el riesgo de extinciones de especies limitante de nuestra vida propia como Nación.

Nuestra Seguridad Nacional, tiene otras graves características que la deja en entredicho. Nos referimos a la invasión silenciosa territorial, de garimpeiros, quienes llegaron desde el 2015 y han esclavizado a las distintas etnias de la zona. Se les  acusa no solo de robos groseros de nuestras riquezas sino de matanza a las etnias venezolanas.

También las FARC y ElN, se asomaron en fecha similar y ofrecieron ser “gente de paz”, pero adueñados de buena parte de las actividades ilícitas que allí, se desarrollan, se les adosa una irregular relación y convivencia con integrantes de nuestra FANB como la GNB, Ejército y Marina. Sobre esto, existen sospesadas dudas y demostraciones satelitales de campamentos contiguos.

La complacencia de estos componentes militares venezolanos, con grupos irregulares desde hace varios años, tiene una marcada identificación para el cometimiento de hechos distintos a lo que significa el resguardo por su parte, de nuestro espacio y valores como Nación. Controlan entre ellos y en sana comunidad, buena parte de la actividad aurífera de diamantes, rubíes, aluminio y topacios.

La intromisión delictiva  de estos grupos se extiende desde su explotación hasta la comercialización a través de pistas clandestinas estimadas en más de 40 y muy cercanas todas, por la zona sureste a las orillas de los principales  ríos de la  zona como el Orinoco el más caudaloso de Venezuela y el tercero, de América Latina. La situación de las cuencas  hidrográficas conforme los investigadores  y ambientalistas no tienen “reparaciones” ha sido socavada ante la falta de normativa sancionatoria que obligue una actividad racional suficientemente supervisada por el Estado venezolano.

El gobierno, ha sido permisivo en exceso y en esa misma medida, regresan los entuertos de la irresponsabilidad asumida. El Arco Minero, ha arriesgado la riqueza minera y ralentizado la actividad exhibiéndola en medio de sus múltiples y descarnados problemas.

Las pistas clandestinas, han terminado en sinsabores de accidentes ocurridos  sin conocerse los  detalles como causas. Sin embargo,  los territorios devastados en buena parte, corresponden a zonas boscosas, relegadas a extensiones de conucos. Las pistas clandestinas, en este  criminal entramado, sirven para sacar oro y también son óptimas para exportar droga. Es una tierra de nadie. Es una tierra enferma, diezmada en sus poblaciones identitarias además de aniquilada en parte, por la malaria que sirve como punto de salida hacia países vecinos.

Es una desolación territorial. Es el caos, imperante, que nos define y es siempre, la queja por la desventura que nos corresponde.

El número significativo de pistas identificadas con la ayuda de inteligencia artificial, constituye un trabajo de ArmandoInfo, en colaboración con otras instituciones. Amén de su divulgación ha  servido de puente para crear conciencia de la gravedad de cuanto nos ocurre. Un buen ejemplo, lo indica la aniquilación de tierras boscosas  en esa erosión a la que se ha sometido la rica tierra gauyanesa, que pasó de 18.490 hectáreas en el año 2000 a 550.900 en 2020, calculándose un crecimiento anual de destrucción de 5.5%.

La inteligencia artificial, permitió  identificar más de 3000  puntos en aquel devastado Arco de la ignominia, como casi todo lo que caracteriza la vida en la zona.

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