Estados Unidos abre la puerta a negociar con Rusia

Estados Unidos se presenta con una de cal y otra de arena ante la nueva ronda de conversaciones con Rusia sobre Ucrania que tiene lugar este lunes en Ginebra. La Administración de Joe Biden abre la puerta a negociar con el Kremlin asuntos como el despliegue de misiles y el alcance de las maniobras militares de ambas partes en la región si afloja la presión sobre el país, según explicaron este sábado funcionarios estadounidenses en una llamada telefónica con periodistas, pero también plantea un abanico de sanciones económicas de calado si Vladímir Putin interviene, un temor que el dirigente ruso ha alentado al reforzar la presencia de tropas en la frontera ucrania.

Washington y Moscú se sentarán en la mesa siete meses después de la cumbre entre Joe Biden y Putin, celebrada en la misma ciudad el pasado junio, y que expuso la tónica de lo que había sido la primera parte del año: tanto interés en no seguir escalando la tensión como desconfianza entre las partes. Esta vez no participarán los líderes. Encabezará la delegación estadounidense la subsecretaria de Estado estadounidense, Wendy Sherman, y la rusa, el viceministro de Exteriores, Serguéi Riabkov. También ha cambiado el contexto: el Kremlin ha concentrado decenas de miles de soldados en el límite con Ucrania, y Estados Unidos ha subido el tono.

“Aunque preferimos, con diferencia, desescalar [esta crisis] por la vía diplomática, si Rusia escoge el otro camino, estamos más que preparados, y de acuerdo con nuestros socios y aliados, sobre la imposición de duros costes a través de sanciones financieras, controles a las exportaciones que tienen como objetivo industrias clave, refuerzo de las posiciones de la OTAN en territorio aliado y aumento del apoyo en materia de seguridad para Ucrania”, explicaron este sábado las citadas fuentes de la Administración estadounidense.

Las perspectivas no son halagüeñas. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, admitió este domingo en una entrevista en la cadena ABC que resulta difícil esperar “progresos reales” cuando Rusia está “apuntando con una pistola a la cabeza de Ucrania, con 100.000 tropas cerca de sus fronteras y la posibilidad de duplicar eso en muy corto plazo”. Horas antes, Moscú excluyó cualquier “concesión” en las conversaciones con Estados Unidos en Ginebra, afirmó el viceministro de Relaciones Exteriores. “Es muy probable que en nuestra búsqueda de puntos en común nos enfrentemos a la resistencia de nuestros colegas de Estados Unidos y de la OTAN a percibir realmente lo que necesitamos, pero no haremos ninguna concesión bajo las presiones y bajo el régimen de amenazas que formulan constantemente contra nosotros los participantes occidentales”, afirmó Riabkov, informa desde Moscú Javier G. Cuesta. Riabkov también rebajó las expectativas. “Nuestras expectativas son realistas. Basándonos en las señales que hemos escuchado de Washington y Bruselas en los últimos días, sería ingenuo asumir un progreso, especialmente uno rápido”, dijo el número dos de la diplomacia rusa.

Algunas de las restricciones que los aliados estudian afectarían a los productos estadounidenses que se exportan hacia el país, así como algunos fabricados en el extranjero, pero que están sujetos a jurisdicción del país norteamericano, u otros con un porcentaje específico de composición estadounidense, según concretó a la agencia Reuters una fuente conocedora de este asunto. Rusia podría, en definitiva, pasar a formar parte del grupo de países más penalizado por Estados Unidos respecto al comercio exterior, un club del que forman parte Cuba, Irán, Corea del Norte y Siria.

La difusión de estos detalles sirve para preparar el terreno para la cita del lunes, a la que Washington asegura que llega con más “realismo” que pesimismo. Cualquier acuerdo sobre maniobras y misiles, eso sí, recalca el Gobierno de Biden, tendría lugar de manera consensuada con Ucrania y con los aliados de la OTAN. De hecho, los contactos proseguirán durante la semana en un ámbito ya multilateral. Tras las conversaciones de Ginebra, el miércoles tendrá lugar una reunión especial del Consejo OTAN-Rusia en Bruselas y, el jueves, una sesión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE) en Viena.

Ucrania, antigua república soviética que el Kremlin mantenía bajo su órbita, es una vieja obsesión de Putin. El dirigente considera el país un Estado fallido, define a ucranios y rusos como “un solo pueblo” y presenta la anexión ilegal de Crimea en 2014 como una “vuelta a casa”. Aquella invasión tuvo lugar precisamente tras una oleada de movilizaciones proeuropeas que apuntalaron su progresiva occidentalización. Provocó una ola de sanciones por parte de los aliados y la expulsión del G7 (entonces era el G8). La cifra actual de soldados rusos desplegados por la frontera no está confirmada, pero un informe de inteligencia estadounidense desvelado por The Washington Post el mes pasado lo cifraba en unos 175.000 soldados, lo que alimenta la sospecha de que el Kremlin puede organizar una operación incluso mayor que la de hace siete años.

Este domingo, Blinken habló por teléfono con el alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, y ambos subrayaron el acuerdo en que “toda agresión militar adicional contra Ucrania tendrá consecuencias masivas y un severo coste”, según el comunicado del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE). Bruselas ha buscado extender su influencia para apaciguar el conflicto y Borrell ha viajado esta semana pasada a Ucrania para destacar el apoyo de los Veintisiete.

Moscú llega a la mesa con la petición de garantías legales de que la OTAN no llevará a cabo refuerzos militares en las fronteras europeas de Rusia, sobre todo en la de Ucrania. En un borrador de propuesta hecho público a mediados de diciembre, con motivo de una conferencia telefónica entre Biden y Putin, el Kremlin plantea que la Alianza Atlántica asuma “la obligación de impedir una ampliación de la OTAN a otros Estados, incluida la adhesión de Ucrania”, y renuncie a hacer ejercicios militares en esa región, el Cáucaso y Asia central —Riabkov insistió este domingo en ese punto—. Fuentes de la Administración de Biden ya han advertido de que con lo primero han tocado hueso. No es posible, señalaron este sábado, que Moscú decida “de quién pueden ser aliados otros países”.

 

 

 

 

Con información de El País

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