Cómo inhabilitar el sindicalismo. Por Antonio Urdaneta

Hace justamente ochenta años, en pleno apogeo de la dictadura gomecista, la más larga y represiva en la Venezuela republicana hasta ese momento, los educadores de este país tuvieron la valentía de desafiar al dictador. En efecto, organizarse social o gremialmente constituía realmente una osadía de quienes lo intentaran. Pues bien, el magisterio venezolano de entonces dio un paso al frente, se reunieron en Caracas delegaciones de docentes de todo el territorio nacional y fundaron la Asociación Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria, en función de luchar por mejores condiciones de trabajo y de sus escalas salariales, así como también por la creación de nuevas escuelas y la construcción de locales apropiados para ofrecer un mejor servicio educativo; todo esto en beneficio de la población escolar.

Ese emblemático evento protagonizado por los maestros venezolanos de entonces, ocurrió el 15 de enero de 1932, fecha que fue honrada varios años después, cuando fue declarada oficialmente como Día del Maestro. Esta efemérides era celebrada, antes de la actual dictadura en todo el país (nacional, regional, municipal) y también en cada escuela con sus respectivas comunidades educativas. Los educadores, por intermedio de sus organizaciones sindicales, se movilizaban durante un período que se denominaba “Semana del Maestro”. La celebración consistía en determinados y simbólicos actos públicos, algunos de éstos promovidos por las autoridades educacionales, en honor al magisterio.

Conviene recordar que simultáneamente, las organizaciones sindicales respectivas, cual práctica tradicional, previa evaluación de los contratos colectivos correspondientes, formalizaban los planteamientos de rigor ante los órganos oficiales pertinentes, a objeto de hacer las reclamaciones a que hubiese lugar y, por lo menos, acordar nuevas metas a cumplir, con base en los cronogramas previstos al respecto. Esta acción reivindicativa tenía también la finalidad de rendirle homenaje a quienes, en una fecha como esa, abrieron el camino a lo que fue más tarde la organización sindical del magisterio unido, hoy convertida en la expresión más genuina de cómo se logra la verdadera división de los trabajadores.

Ayer los educadores fuimos, como debería ser, el patrón unitario a seguir cuando están de por medio, en un plano de prioridad, las reivindicaciones de una colectividad laboral organizada. Más que lamentable, es ilógico que seamos los educadores quienes hemos retrocedido ochenta años, en cuanto a la Central Sindical Unitaria que necesita el magisterio para volver a ser el sector laboral más respetable, numeroso y poderoso del país. El día que dejemos de ser instrumento de los partidos políticos y al servicio exclusivo de éstos, probablemente recuperemos el poder y el respeto que hemos perdido. Si los educadores en general, desatados ya de los amarres partidistas, decidimos unirnos y escogemos una sola Federación Nacional democrática y plural, de nuevo temblarán los empleadores de educadores. ¡Mientras tanto, resignémonos al yugo de la flagelación patronal, especialmente la oficialista!

 

ANTONIO URDANETA AGUIRRE                              
Educador – Escritor
urdaneta.antonio@gmail.com
@UrdanetaAguirre

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