«El asesino de la esperanza y de nuestros propios sueños» Por Johnny Ramón Galué Martínez

na «epidemia de conformismo» ha  paralizado  por   completo  la  vida pública en Venezuela,  convirtiéndola  en una sociedad impulsada única y exclusivamente por intereses mezquinos e individuales. Una premonitoria frase del científico alemán Georg Christoph Lichtemberg, escrita en el siglo XVIII se hace hoy, realidad cuando señala:  “hoy se intenta extender el saber por todas partes, ¿quién sabe si dentro de unos siglos no existirán universidades para restablecer la antigua ignorancia? “.

Esta nueva generación de venezolanos, se caracteriza por su falta de iniciativa personal y la excesiva dependencia de su entorno. Nada parecido a generaciones pasadas,  su falta de confianza en un futuro prometedor,  quienes además, se conforman con casi todo, respuesta poco acertada en el presente. Esta  generación ha sido privilegiada, respecto a las anteriores,  por la facilidad que han tenido, para acceder a las tecnologías y recursos que antes no existían. Que les  ha venido, todo regalado, no saben lo que hay que esforzarse para alcanzar los objetivos, por eso están menos preparados,  para enfrentarse a la realidad que vivimos.

Una generación que carece de «iniciativa», que se niega a esforzarse  para producir los cambios que necesita el País. Ante el abuso, que es el primero de todos los poderes,  porque al aceptar un régimen injusto, el débil se calla por temor y, cuando el mal ya está hecho, sigue callando por hábito.

Desde el 18 Octubre de 1945 en Venezuela, “conocida como la revolución de Octubre” se despertó un sentimiento crítico en buena parte del País,  para producir cambios al Estado Venezolano, nos preguntamos  ¿Ha cambiado algo en la sociedad venezolana?

Se sigue votando a la misma gente. Esa misma gente que aunque bajo diferentes apellidos, ha formado parte de los criticados partidos de la vieja y nueva guardia, que tienen esa capacidad nula de autocrítica y de regeneración en sus partidos, como para aprovechar cualquier situación con carácter electoral. Son gran parte del problema, que en este país, con dinero e influencias, nunca te pasará nada.

El conformismo en Venezuela, es un comportamiento colectivo inhibidor de la conciencia, y limitador de la voluntad, que termina en un estado de autocomplacencia.

El conformismo ha creado en Venezuela esta generación de cobardes, de satisfechos, de sumisos, para no poner en peligro su status quo.

Vivimos la peor etapa de la historia y día tras día la gente pierde su trabajo, hay un señor que pese a haber fallado una y otra vez, tiene la tranquilidad de saber que su puesto no corre peligro. Y una sociedad, que está orgullosa de su mediocridad.  Ya empieza a ser una epidemia esto del conformismo en Venezuela. Estamos ante una tendencia, de adaptarnos a las reglas y a los objetivos,  en una   igualación de la conducta producida bajo la presión del Régimen, entre las convicciones inmediatas y las informaciones de la nueva tabla salarial.

Desapareció en el País, el control moral sobre el egoísmo y, en lugar de oponerse firmemente a ello, el Régimen ha logrado convertirla en doctrina. La sociedad se niega a actuar como contrapeso a esta  tendencia, como realidad, por esta epidemia del conformismo. El mundo académico, debió de involucrarse en esta realidad. Pero los Académicos y las universidades, lejos de ser la solución, fueron y son parte del problema. Hoy, más degradada, incluso más apartada de los ideales universales, hasta el punto de apuntar a una auténtica derrota del pensamiento.

La  traición, al País, se concretó con la inactividad, en un simple dejarse llevar por una corriente que ha politizado el pensamiento, adaptándolo al conformismo. Para que los nuevos bárbaros, se hayan constituido  en la nueva clase de “pensadores”.

El conformismo, es el asesino de la  esperanza, el asesino  de nuestros  propios  sueños,  es tiempo que cambiemos de mentalidad y empecemos a trazarnos metas  y atrevernos a buscar un cambio, lo único que necesitamos es compromiso, confianza y empezar a utilizar nuestro verdadero potencial.

 

Johnny Ramón Galué Martínez

 

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