El ojo de CAP. Por Carlos Ismayel

No hay dudas de que el ex presidente Carlos Andrés Pérez supo seleccionar a sus más estrechos colaboradores. Uno de ellos fue Héctor Alonso López, a quien respaldó moralmente para que después de triunfar como secretario general en la seccional Mérida, aspirara luego a la secretaria general nacional del partido. No obstante, debemos calificar ese espaldarazo como un apoyo moral, porque si a los hechos nos atenemos, el gobierno de entonces se mantuvo al margen de la refriega, por lo menos en lo que a la causa renovadora respecta. 

 

Tal como lo ha rememorado recientemente Héctor Alonso, el entonces candidato a la reelección presidencial, le había confiado la conducción del movimiento VENEZUELA 2000, que resultó ser uno de los instrumentos proselitistas más avanzados y reveladores a partir de esa justa electoral de 1988. Para mí, serán inolvidables aquellas reuniones de trabajo celebradas en la “Torre Sí” de Bello Monte, encuentros en los que debatíamos la estrategia a seguir para captar el mayor número de votos jóvenes a favor de un aspirante presidencial, tal como lo logramos a la hora de sumar el extraordinario respaldo que fue posible canalizar a favor de Carlos Andrés Pérez, en Guárico me correspondió la tarea de coordinar el movimiento Cultura 2000, junto con el inolvidable Alberto Pérez. El nombre de ese movimiento, sus banderas, sus colores, su himno y su declaración de principios, surgieron de aquellas prolongadas y emotivas sesiones de intercambios de pareceres.

 

En esa misma coyuntura Antonio Ledezma asumía la dirección de su despacho y monitoreaba las giras del candidato presidencial y relaciones con la dirigencia de todas las regiones del país. Un gesto de la confianza en los nuevos liderazgos la puso en evidencia el reelecto presidente en enero de 1989, cuando designó a Antonio Ledezma para ser el secretario ejecutivo de las relaciones entre el partido y el gobierno, convirtiéndose en un novel integrante de lo que Humberto Celli definía como “el cogollo” acciondemocratista. 

 

Entre 1990 y 1991 se inicia el forcejeo por la nueva conducción del partido, fue en ese tiempo en que un grupo calificado de hombres y mujeres postulan a Héctor Alonso para la secretaria general del partido, bajo la fórmula de la renovación, lamentablemente ese episodio se cerró con una derrota que tiene muchas explicaciones. Sin embargo, hasta allí no llegaron los renovadores, Héctor Alonso retorno a su natal Mérida a procurar la Gobernación, con la audacia que siempre lo ha distinguido, mientras que se produjo la designación del nuevo gobernador del Distrito Federal de Caracas, recayendo tal encargo en la persona del joven Antonio Ledezma. Fue otra demostración de la confianza de CAP en las nuevas generaciones. 

 

No hay entonces, sino que concluir que CAP estaba dispuesto a facilitar ese proceso de renovación del país, de su democracia y de los pilares llamados a sostenerla: los partidos políticos revitalizados. Y más allá de las fronteras partidistas, CAP reafirmaba su fe en la muchachada venezolana revitalizando su respaldo a los planes de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho y de las Orquestas Infantiles. También convocando a los jóvenes independientes más brillantes de entonces para conformar un gabinete de lujo que deja una imborrable huella en la historia de Venezuela.

 

Carlos Ismayel

@CYsmayel

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