La disonancia cognitiva del dilema electoral. Por José Leonardo Caldera

Nuevamente nos encontramos en una encrucijada, la cual exige el máximo de nuestra capacidad de análisis tanto estratégico como táctico.

Una vez más se coloca a las principales fuerzas democráticas del país a decidir entre participar en unas elecciones con pocas garantías o abstenerse y renegarse a la conquista del poder político mediante un proceso electoral. Situación que pone en evidencia lo complejo y enloquecedor que implica hacer política durante estos tiempos en Venezuela.

Esta situación ha traído una serie de acusaciones y debates entre actores políticos que en ocasiones solo terminan por profundizar la sensación de falta de unidad, criterio, incertidumbre y frustración entre quienes tenemos como objetivo común poner fin a este periodo político e iniciar la reconstrucción de nuestro país.

Ya durante la década de los 50 del siglo pasado una serie de investigadores (Psicólogos y antropólogos) se dieron a la tarea de ubicar el origen de ciertas enfermedades mentales, entre ellas la esquizofrenia (conocida popularmente como la locura).

Dando como resultado de sus investigaciones que contrario a lo que se pensaba en la época, algunas enfermedades mentales, parecían no solo contener una base en las afectaciones o manifestaciones personales del individuo, sino que también entraban en juego algunas circunstancias colectivas que terminaron llamando “untenable positions” o situaciones insostenibles.

Estas situaciones insostenibles no son más que las causas de las disonancias cognitivas que sufrimos en circunstancias paradójicas que creemos y creamos frente a una situación que nos produce malestar, ya que entran en conflicto dos funciones cognitivas, nuestros pensamientos (sistema de creencias) y nuestro comportamiento (conducta o acciones).

A nivel político podemos entender las elecciones de gobernadores y alcaldes como una ¨Situación insostenible¨, ya que por un lado puede interpretarse como una acción que solo busca legitimar a quienes ostentan el poder y darle una fachada de demócratas; mientras que por otro lado, la abstención puede significar la entrega de los partidos políticos y el reconocimiento a la imposibilidad de plantear o construir un verdadero cambio político a través de la recuperación de los espacios de gobierno.

En ambos casos se plantea una situación adversa para la mayoría de los venezolanos que aspiran al restablecimiento de una democracia.

Ahora bien, como psicólogo social entiendo que las sociedades latinoamericanas y particularmente en Venezuela, sufrimos de lo que el Dr. Fernando Rísquez denomina una predisposición Maniaco-Depresiva respecto a nuestras aspiraciones frente a los hechos sociales. Esta tendencia a ver el vaso totalmente vacío o totalmente lleno, nos produce un sesgo, que en última instancia es lo que ha producido el pasar del festín y la algarabía, a la tragedia y desilusión en cuestión de minutos.

Un ejemplo de esto es nuestra relación amor/odio con respecto a la selección de futbol nacional, nos forjamos ideales ambiciosos cuando tenemos buenos resultados, pero basta con perder un partido para que denigremos de nuestros deportistas y su compromiso con el país.

Por lo tanto, el primer paso para vencer la situación dilema en la que nos quieren sumergir es reconocerla. Entender que culpar al que opina distinto es caer en la trampa de la provocación. Así, el gobierno logra enloquecer a sus víctimas, obligándolas a dividir sus fuerzas y buscar culpables en otro lado. La unidad democrática aparece así cada vez más paranoide, desorientada y desesperada.

Reconocer que en su momento la abstención jugo un papel importante, el cual permitió develar ante la comunidad internacional el rechazo y los bajos niveles de acompañamiento que tiene el partido de gobierno, al ser de los procesos con menos participación histórica en los últimos tiempos, a pesar de las amenazas y chantajes en las zonas populares para quienes decidieron valientemente no participar.

Al mismo tiempo reconocer que el participar en unas elecciones no es una condena ¨per se¨ sino más bien, es una oportunidad de articular aún más los esfuerzos unitarios y ejercer una presión interna que nos permita encontrar una salida viable y realista a la grave situación que atraviesa nuestra nación.

Reconocer con humildad que las elecciones son la vía natural de la clase política para la conquista de los espacios de gobierno, como un mecanismo de fortalecimiento que permita construir verdaderas condiciones de cambio en el país.

Por último, para vencer la disonancia cognitiva del dilema electoral, es necesario hacer un manejo responsable de la esperanza genuina que tiene la sociedad venezolana, para convencer a todos los venezolanos en un ejercicio pedagógico que el reto del 21 de noviembre, es solo una batalla más de muchas que debemos librar por la conquista de los sueños y anhelos de progreso y libertad.

 

José Leonardo Caldera

@joseleonardocaldera

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