“Apocalíptico”: El relato de una enfermera sobre lo que vive Venezuela por el Covid-19

La pandemia ha sido manejada de manera desastrosa en Venezuela. Soy enfermera jefe en un hospital de Caracas y podría decir que trabajamos realmente por pasión. Las dificultades son enormes. El salario es bajísimo y no existe ningún elemento de protección. Decidí dar este testimonio de manera anónima para que muchos sepan lo que está pasando en mi país, entiendan porque miles huyen a Colombia. Pero guardo mi nombre para no tener ninguna represalia. En el régimen de Nicolás Maduro, nadie puede quejarse de nada.

Cuando llega la pandemia a Venezuela no hubo ninguna planificación. A pesar de que el brote había adquirido importancia internacional hacia meses y se había convertido en pandemia en enero de 2020, en el país nunca hubo la información requerida. Un dato que evidencia lo poco que se sabía y la improvisación con que se hizo todo es que supuestamente se montaron 46 hospitales, pero no se preparó a ninguno. De 20 solo 4 fueron hospitales centinela. Y uno de ellos estaba cerrado.

La presencia de una nueva variante del Covid, proveniente de Manaos (Brasil), mucho más agresiva y de alto nivel de contagio ha puesto en jaque al país. Hoy vemos cómo nuestros hospitales siguen colapsados. La dotación es bastante escasa. Tenemos nuestras unidades de cuidados intensivos llenas y el trabajo ya sobrepasa en términos humanos al personal de salud.

A la fecha tenemos contabilizado 442 trabajadores del cuerpo médico fallecidos. Nadie responde por ellos. Y hemos tenido que hacer colectas para poder enterrarlos. Uno de los grandes problemas que ha tenido Venezuela es que es imposible determinar los contagiados y los fallecidos. Las PCR son muy escasas, por no decir que inexistentes. Hoy hay trabajadores de la salud, a más de un año de la pandemia, no han sido objeto de una prueba diagnostica.

Si alguien en un hospital presenta síntomas, la política que hay es mandarlo a su casa por 14 días sin hacerle las pruebas, nunca se sabrá si se trata de una infección, si es otro proceso viral o si en efecto es Covid.

En los hospitales carecemos de todo. No tenemos servicios de agua en más de 80 por cuento de los hospitales. la perdida total y absoluta del poder de compra de los venezolanos. Tanto que las redes sociales en Venezuela son hoy un instituto de seguridad social. Es muy común ver en Twitter o Facebook apoyo económico para poder comprar cualquier médicamente, para tener mascarillas, porque no hay.

En Venezuela la salud debe ser gratuita, y es gratuita en todos sus niveles, pero si no hay con que atender a la gente pues da lo mismo que no tenerla. La situación ha sido tan apremiante que hasta el sector privado está colapsado. Mucha gente va a las clínicas donde no hay material y se agota de buscar y buscar atención. Hoy, además, la cantidad de personas contagiadas es impresionante.

A health worker administers a dose of the Sputnik V vaccine against COVID-19 to an eldery man at the Victorino Santaella Hospital in Los Teques, Venezuela on April 9, 2021, amid the ongoing coronavirus pandemic. – Like the rest of South America, Venezuela is battling a harsh new pandemic wave fueled, authorities say, by more infectious virus variants from Brazil. (Photo by Pedro Rances Mattey / AFP)

 

A eso se suma que las medidas de restricción en Venezuela son irreales. La cuarentena radical en Venezuela es imposible porque no hay cómo comer. En otros países donde está un salario suficiente esas medidas pueden darse, pero aquí la gente tiene que salir a buscar el pan. Nadie puede darse el lujo de aislarse y protegerse.

En el caso de los trabajadores de la salud, todos estamos exentos de las cuarentenas. Pero nuestra situación es deplorable. No tenemos ni siquiera un salario que nos permita vivir. no tenemos los insumos necesarios. No tenemos comida. Podemos morir contagiados porque no tenemos equipos de bioseguridad. Hoy en Venezuela el manejo de la pandemia se ha hecho muy irresponsable.

La brecha entre lo que ganamos y lo que necesitamos para vivir es Apocalíptica. Nuestro sueldo es de US$ 10 dólares cuando lo mínimo que se necesita para lograr la canasta básica es US$ 300. ¿Cómo seguimos? muy sencillo: por amor a lo que hacemos. Muchos de nosotros debemos salir de los hospitales a rebuscarnos en otros oficios. Somos solidarios, tenemos esa responsabilidad social y por eso no renunciamos. Pero muchos tienen que después de sus largas y penosas jornadas ir a la economía informal, a vender papa a hacer pastelitos para poder llevar pan a la casa.

Nosotros tenemos una sobrecarga de trabajo para poder financiar nuestra ida a los hospitales, para comprarnos un tapabocas. Otras, muy pocos, que tienen familia en el exterior reciben algo para poder palear. Pedimos un salario suficiente. La gran mayoría somos mujeres que tenemos que asumir la manutención de nuestros hogares.

El futuro no se ve prometedor. Nadie sabe ni siquiera si existe realmente un plan nacional de vacunación. Sabemos que han llegado algunas vacunas rusas y otras chinas, pero no más. A Venezuela además no le dan vacunas del mecanismo Covax porque el país tiene una deuda de millones con la Organización Panamericana de la Salud.

Y el personal de salud no ha sido una prioridad en la vacunación. Por eso vemos con mucha impotencia y mucha rabia como el entorno del señor Nicolás Maduro, dice a los cuatro vientos que se vacunaron. Y él mismo también. ¿Quien dice dirigir Venezuela, cuando él es el primero que se vacuna y a quienes ponen el pecho se les niega?

También cuestionamos el manejo político y no científico que se le ha dado a la pandemia. En Venezuela hay una Academia Nacional de la Medicina. Tenemos una capacidad demostrada en los planes de inmunización, pero hoy no son tomadas en cuenta. El que dice ser presidente de Venezuela anuncia, en cambio, unas goticas mágicas para el Covid.

En el mundo entero la situación es grave, pero nosotros además de la pandemia hay que sumarle la condición de extrema pobreza, la hiperinflación galopante, no tener gasolina para llegar a los hospitales. Somos un país productor de petróleo, pero hay que hacer una fila de seis horas para tanquear el carro.

Llevo más de 40 años de servicio como enfermera en Venezuela. Era un país que tenía un plan de inmunización ejemplar. Y lo que veo hoy me duele. Es desconsolador.

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