Los “frikis”: punks cubanos que decidieron ser VIH positivo. Por Ernesto Andrés Fuenmayor

Muy rara vez se menciona a Cuba y al género musical punk en una misma oración. La isla no es precisamente terreno fértil para subculturas musicales, mucho menos aquellas con propuestas subversivas. Tanto más fascinante es el fenómeno de los ‘frikis’: cubanos que a partir de los ochenta se identificaron con algunos elementos del movimiento punk y crearon una comunidad en su rincón caribeño. 

 

Víctimas de un péndulo que iba de la represión a la marginalización, los frikis pagaron un precio alto por sus tendencias transgresoras.

 

Fueron una de las expresiones más improbables de un género que históricamente ha tenido impacto en subculturas radicalmente diferentes. Este ha atraído a anarquistas, nazis, skaters, góticos y demás, ya que tiene un eje gravitacional claro: una narrativa antisistema radical. Independientemente de la motivación sociopolítica que le esté dando voz en un momento determinado, históricamente el punk ha sido principalmente confrontacional.

 

Antes de llegar a la isla azucarera, este género y sus antecesores tenían ya un largo recorrido que vale la pena resumir.

 

En lo que podrían ser los orígenes arcaicos, a finales de los cincuenta, el sonido de artistas como The Phantom y Link Wray sirvieron de contrapropuesta al rock n’ roll mainstream de Elvis y Little Richard. Vocalizaciones frenéticas e instrumentales agresivas creaban una cacofonía que llevaba a la censura mediática. Fueron estas influencias las que desembocaron en la creación del garaje rock, precursor directo del punk, que no surgiría definitivamente hasta los setenta. Bandas norteamericanas de los sesenta como The Sonics y Monks le sumaron malicia lírica a un fenómeno que ya estaba divorciado del rock n’ roll, cuyo mayor exponente eran sin duda los Beatles, todavía en su etapa más conservadora.

 

Sin embargo, la transgresión social que caracteriza al punk todavía no había aparecido. 

 

Esta empieza a cristalizarse a finales de los sesenta en bandas norteamericanas como The Stooges y MC5, así como en agrupaciones británicas como The Velvet Underground y Pink Fairies. Empiezan entonces a manejarse temas como el abuso de sustancias, la frustración con el propio entorno, el suicidio y demás. Poco después, a mediados de los setenta, aparecen Patti Smith, The Ramones y The Sex Pistols, bandas que ya presentaban un sonido y una estética que se consagraría definitivamente como punk.

 

Esas serían las influencias directas de los primeros frikis. Estos solían reunirse en ‘El patio de María’, uno de los pocos locales que ofrecían su tarima a bandas de rock. Por supuesto, este género y sus descendientes, entre ellos el punk, no gustaban a las autoridades cubanas. Se les consideraba una influencia yanqui que podría degenerar a los jóvenes, desembocando eventualmente en intenciones subversivas.

 

Desde el Estado veían a los frikis como una amenaza al colectivismo y al proyecto marxista, mientras que a nivel social se les marginalizaba. La vestimenta oscura, los peinados erizados y las modificaciones corporales generaban un claro rechazo en la Cuba de los ochenta. 

 

La situación de los friki no empieza a tornarse trágica sino hasta los noventa, en el llamado ‘período especial’ cubano. Luego del colapso soviético, Cuba entró en una intensa crisis económica. El gigante ruso generaba la mayor parte de los ingresos de la isla, con lo cual el PIB se contrajo casi en un 40% durante los primeros años de la década.

 

Muchos frikis, que ya se encontraban en una situación socioeconómica extremadamente frágil, consideraron que su situación era insostenible y tomaron una decisión radical: inyectarse el virus VIH, que en aquel entonces empezaba a invadir la isla. Con ello se les admitiría a los sanatorios estatales, y así tendrían acceso a tres comidas diarias y refugio. 

 

Quizás algunos lo hicieron también en clave de protesta, como revelándose frente al lema castrista “socialismo o muerte”. Lo cierto es que empezaron a formarse pequeñas comunidades frikis en estos centros médicos, algunos de los cuales daban acceso a radios que ponían rock o punk. De estos sanatorios surgieron bandas como ‘Eskoria’ quizás la más conocida de las agrupaciones punk cubanas.

 

Desde la rabia y la incomprensión, motivaciones típicas del movimiento punk, los frikis empezaron a desarrollar características nunca antes vistas entre subculturas del género. La forma de rebelarse, de expresar sus intenciones antisistema y de formar una comunidad sacrificando la propia salud es inusualmente trágica. Convergieron elementos culturales y de fuerza mayor: el ímpetu subversivo punk y la desesperación que trae la carencia material.

 

En la actualidad solo quedan unos pocos frikis. Se les recordará como una expresión improbable y pasional del género al que dedicaron sus vidas.

 

Ernesto Andrés Fuenmayor

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