La paradoja de lo necesario. Por Eugenio Montoro

Las antiguas preguntas fundamentales de ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué debemos hacer? ¿A dónde vamos?, siguen sin respuestas, salvo por la fe. Ante lo difícil de las preguntas los pensadores han preferido concentrarse en la que pareciera más terrenal y que tiene que ver con el propósito de la existencia.

El hombre se fue diferenciando de sus primos animales por su capacidad de razonar, cosa y fuerza que le permitió dominar el planeta. A diferencia de los otros animales, el humano creaba soluciones más allá del instinto. Así, en lugar de salir todos los días a buscar que comer, hizo crecer las plantas en un solo sitio cercano e igual hizo con los animales de su dieta. Mejoró su vivienda. Los pájaros y las abejas hacían buenos refugios, pero repitiendo lo que su instinto indicaba. Los hombres hacían refugios diferentes, con materiales nuevos, con tamaños variados, resistentes y duraderas.

A cada cosa o tarea que le incomodaba le buscaba una solución novedosa. Si el agua estaba lejos, inventó un acueducto para traerla con facilidad. Si transportar algo pesado era agotador, inventó un cajón con ruedas. Si el comer alimentos crudos requería mucho tiempo para su digestión, utilizó el fuego para cocinar y así reducirlo.

La creatividad fue aumentando como una bola de nieve y cada vez era más grande y más poderosa. En pocos miles de años, el hombre había creado un mundo para él. En el mismo planeta empezaron a convivir el mundo natural de siempre con el mundo artificial del humano.

“La felicidad es el significado y propósito de la vida, el fin de la existencia humana” decía Aristóteles y muchos están de acuerdo con esto. Para algunos, la felicidad está asociada con la riqueza y poder, para otros está en ayudar a los que lo necesitan y de otras muchas formas. Pero lo cierto es que el utilizar la razón para sobrevivir, realmente, no nos hace muy diferentes de los animales. Al igual que ellos tenemos que comer, beber, refugiarnos contra la tempestad y movernos para procurar el sustento. Todo aquello que realizamos para sobrevivir no nos diferencia mucho de los primos de cuatro patas, de los insectos o de las aves.

De manera que el propósito de la existencia, como individuos con capacidad de razonar, no puede estar limitada al sobrevivir como el resto de los animales pues eso sería un gran desperdicio. El propósito de la existencia es precisamente el de poder hacer y compartir las cosas que no son necesarias para sobrevivir y esa es nuestra paradoja mayor.

Construir un puente, un tendido eléctrico, una carretera, un pozo, un celular, un hospital son asuntos de supervivencia y no es allí donde se encuentra la felicidad. Tener una gran casa y muchos vehículos a disposición son solo expresiones exageradas de métodos de supervivencia. La mayoría de las empresas, los gobiernos, los políticos, los bancos, las bolsas de valores giran alrededor de los asuntos de supervivencia, de manera que su posibilidad de generar felicidad es baja.

Las tareas no necesarias y que si producen felicidad son distintas para cada quien. Muchos la encuentran en la música, en la pintura, en los deportes, en los viajes, en la lectura, en el teatro, en arreglar el jardín. Allí está el propósito real de la vida humana. El único problema es que para llegar allí hay que pasar primero y resolver el asunto de la supervivencia.

Tanto para las tareas de supervivencia como para las que no necesarias se requiere una enorme dosis de libertad individual. Donde existan gobiernos que pretendan controlar la economía, los medios de comunicación, la educación y los procesos sociales no habrá forma de resolver ni siquiera los asuntos de supervivencia.

Si los pobres diablos que están jefeando a lo macho a Venezuela son incapaces de mantener un mínimo de decencia económica para sobrevivir, demostrado no solo con los números de inflación y caída del PIB, sino por la huida de millones de seres humanos, es de anticipar que nadie podrá ser feliz mientras sigan en el poder.

Lo que inventen para sacar a estos purulentos rojos hay que hacerlo y lo que viene es una Consulta Popular y, te parezca bien o no, estés en Venezuela o no, tienes la obligación patriota de participar.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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