REFLEXIONES| Estadistas y políticos. Por Luis Acosta

Cuando Cristóbal Colón logró que los Reyes Católicos empeñaran sus joyas para financiar sus viajes y conquistas, la acción, el logro y la obra se constituyeron en el trabajo e idea de un estadista, es decir, de un Hombre de Estado. No así, fue la afirmación del Sr. Mitterrand, luego de una derrota electoral, culpando a los votantes franceses, que votaron en su contra, al decir que “los pueblos siempre piensan y votan con el estomago”. Desde luego, que este acto responde al comportamiento de los simples políticos que convierten en palabras y, y no hechos, sus actuaciones públicas lo que nos permite concluir que son los estadista y no los políticos a los que necesitan los pueblos para lograr su bienestar. 

De allí, la diferencia académica, conceptual, de pensamientos, obras y acciones entre un estadista como Colón, que buscó ir a lo grande por las rutas de Las Indias en conquista de pueblos y vida en tierras desconocidas, y el político Mitterrand que pensaba cómo hacer, con dimes y diretes de baja prosodia y alta realenga como el falaz dicho aquel, que solo exhibía los errores y omisiones políticas de su escaso trabajo comunal y el abandono de la búsqueda de los beneficios que los pueblos merecen en contra de los discursos altisonantes sin espíritu de lucha, ni de grandeza.

Esto confirma la tesis de que los pueblos originales, desde hace cientos de años, entregaron a los políticos la dirección cívica, moral, obras y composición urbana para el desarrollo de las plazas, instituciones, iglesias, ciudades y formación ciudadana para tener claro sus deseos, obligaciones públicas y el orden político de su pensamiento y virtud tanto ante su hogar como en el orden público para la conducta plena de su vida. 

Sin querer desarrollar parcialidades exageradas y fuera de sentido, deseamos acompañar las ideas que se han manejado últimamente en Venezuela, en que se necesitan más, o igual que políticos, estadistas que te tengan un concepto más abierto para aceptar que se necesitan hombres del trabajo grande, hacedores y provocadores de ideas, ciudadanos formados para dirigir pueblos y países. Entonces, formemos hombres y profesionales de actuar amplio, trabajo continuo de cuerpo presente, con dedicación completa hacia el logro difícil, “al estadista saltón sobre sus obras”.

En efecto, el estadista empieza por su preparación intelectual. La generosidad le sobra y se alimenta de sus éxitos sociales. Gandhi nunca dijo que le ganaría a alguien, sin embargo a todos les ganó. No era poco su enemigo político, se trataba de doblegar al gobierno inglés, el más poderoso a la sazón y uno de los más poderosos de la historia. La humildad de Ghandi, como principio y fin, le dio la vuelta al mundo hasta que los ingleses cedieron y la India, hoy de 1,350 millones de habitantes volvió a ser la India con sus misterios y sus sandalias. 

Entonces, los políticos deben ir a su trabajo de ordenar sus partidos, desarrollar su disciplina y organización, preparar sus cuadros para el rendimiento de sus dirigentes sacados de los liceos y sitios de mercadeo; debe dejar a los padres y representantes organizados para ganar la pelea de que sus hijos vayan a la universidad y esas universidades formen a profesionales como estadistas completos, preparados para dar figura firme e institucional al estado, sus ciudades y habitantes. De cierto, Venezuela tiene todo para triunfar y así lo hizo pero faltaron los Hombres de Estado mientras fueron muchos los políticos que opacaron las actividades  de todo y nada existe.

Pues bien, la dirección política no ha sido ni real, ni leal. Los partidos ayudaron y crecieron, pero no educaron. Mas que crecían, su membrecía cambiaba de tolda. La esencia en la conducción se extravió. Formaron clases pero no prepararon la dirigencia, de allí, la huida de todos. Por ello pensamos que es la sociedad la que debe reconquistar su orden y atraer su fe y su esperanza. El proyecto existe y los políticos están. Faltan los esquemas dirigidos a los pensum universitarios que en un año produzcan los primeros cien profesionales para la conformación de las instituciones y los obreros especializados que den luz y paso a los estadistas que organicen el Estado. En cinco años, se le daría un vuelco al país y se reconquistaría la Venezuela que perdimos. Luego, a cada cual le tocará llevar su trabajo al éxito. Los partidos, para los políticos, a preparar sus cuerpos de ataque para la conquista de sus cuadros y partidarios para crecer y llenar, con dirigentes sobresalientes, sus aspiraciones electorales y planillas de cargos, en vez de coparlas con dirigentes duros pero sin academia, ni educación cívica ni urbana. Los estadistas para organizar las obras del estado, sus escalas de servicio y comprensión ciudadana para que los niveles den fuerza y vigor al “voto privilegiado” y no regalado u obligatorio, que a nadie ha enseñado o servido en ningún sentido.

El hombre de la OEA, Luis Almagro, insiste sin ninguna cautela diciendo, parafraseando, “el régimen democrático tiene todo lo especifico para que nadie tome una ruta distinta a lo que contiene el sistema, desde el crecimiento o las ausencias hasta las renuncias y las sustituciones. Todo está allí y nada se debe hacer al margen de lo allí permitido. Así, todas las salidas constitucionales están en sus estatutos. Saltarse el sistema es caer en la usurpación y nadie se beneficia porque lo ilegitimo no tiene doctrina ni vale el gobierno. Es peor que una dictadura porque en ella todo se hace.

 

Luis Acosta

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