La muerte de Leviatán. Por Eugenio Montoro

Poca duda existe de que el hombre ha construido su mundo especial lejano al mundo natural. Los muchos que románticamente dicen defender al planeta, lo hacen desde una computadora, tienen agua corriente y electricidad en sus viviendas y compran los víveres en un supermercado, es decir, lo hacen desde ese mundo de ficción que hemos creado para nuestra comodidad y, entre otras muchas cosas, para alejarnos de los mosquitos, no tener que recoger los frutos dispersos en el bosque y no pasar frío ni calor. La mejor prueba de nuestro repudio a lo natural, es la tristeza que nos causan las imágenes de los aborígenes semi desnudos a los que “alguien debe ayudar para sacarlos de su atraso”.

Dentro de ese mundo de ficción que hemos construido están los gobiernos de las naciones y regiones. Según Thomas Hobbes, uno de los fundadores de la política moderna, el gobierno del individuo más fuerte no era sostenible pues cuando dormía los débiles daban cuenta de él, así que se hizo necesario un pacto que permitiera la convivencia. La idea fue crear una especie de monstruo con mucho poder y al que todos se subordinaban y que Hobbes inmortaliza en su obra “Leviatán” refiriéndose a una especie de horripilante dragón que se menciona en la Biblia. Así aparece la organización social.

Por supuesto los “pactos” fueron evolucionando hasta llegar a lo usual de nuestros días que son las Constituciones donde se redactan las normas principales para la convivencia. Respetarlas y cumplirlas da coherencia al actuar de cada Nación y sus ciudadanos.      La mayoría de los pactos incluyen el respeto a la libertad, a los derechos y deberes y a la renovación de los gobernantes a través del voto. También surgieron las agrupaciones políticas que brindan a los ciudadanos la posibilidad de escoger entre distintos candidatos para ejercer el poder. Así apareció un Leviatán poderoso, pero justo y cordial, y todo parecía ir bien.

Pero algunos pensaban diferente y tenían otros planes. El más conocido es el del comunismo y su utopía de crear un hombre nuevo, lleno de generosidad hacia sus semejantes, culto y lejos del egoísmo de la clase capitalista. Así que, para esto, había que desplazar del poder a quienes lo tuvieran. Al principio se hizo a balazo limpio y al desgastarse este método probaron con acceder al poder mediante el voto de los ciudadanos (usando cínicamente el método que iban a eliminar). El último formato que han inventado es el de crear protestas violentas con grupos múltiples y dispersos difíciles de eliminar.

En Venezuela los comunistas accedieron al poder mediante el voto ciudadano. En pocos años destruyeron todo lo institucional irrespetando el pacto constitucional. Los burgueses capitalistas fueron eliminados o controlados al igual que los partidos políticos. Por su lado, en Chile una lluvia de actos vandálicos con destrucciones de instalaciones y servicios en las principales ciudades, han empujado al gobierno a tener que ceder e iniciar un camino hacia una reforma constitucional de impredecibles resultados.

Aquí aparece la pregunta central de estas letras. ¿Estamos presenciando la muerte del poderoso Leviatán? Los pactos que tomaron siglos para crearse y perfeccionarse tratando de equilibrar el poder de sus instituciones, parecieran ser débiles para protegerse a sí mismos. Los países cercanos observan mudos la escabechina que se les hace al Leviatán de sus vecinos. ¿Puede la euforia anárquica de unos cuantos destruir en poco tiempo a los más exquisitos pactos sociales? La respuesta es sí, pues está sucediendo, en Chile y en Venezuela y se gesta en todos los países de América. La siguiente pregunta es que hacer frente a esta realidad.

Los comunistas, sin escrúpulo alguno, activan sus pequeñas fuerzas individuales en cada País y, subrepticiamente, cual manada de hienas, las juntan y acometen la desestabilización de una Nación. Si tienen éxito, esta soporta a los siguientes proyectos.

Proteger los pactos sociales civilizados, demócratas y de libertad de cada País requiere defender, entre todos, al que esté bajo amenaza o ataque comunista. Y hacerlo no solo mediante declaraciones de cancillería, sino con voluntarios de carne y hueso para el combate y con los aportes logísticos necesarios. Sería una especie de guerra desigual que ganarían fácilmente las naciones libres. La pandilla roja y su infame mecanismo de concentrar fuerzas como buitres depredadores para desestabilizar y así llegar al poder, sería superado por un mecanismo contrario y mucho más poderoso.

No es muy difícil ponerse de acuerdo y casi sería como el seguro de la paz.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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