Reinstitucionalizarnos. Por Eneida Valerio (@eneidavalerio)

Venezuela, tiene el índice de pobreza más alto del mundo, y esto, incluye la desnudez de su sistema sanitario, desprovisto hace un buen tiempo, de las mínimas exigencias para garantizar el derecho constitucional de la salud a los venezolanos, cada día más fragmentada y empobrecida. La pandemia del Covid19 muestra crudamente, la cara triste de esta realidad donde solamente en una semana fallecieron 12 médicos en varias ciudades, debido a que su seguridad sanitaria no reunía requisitos mínimos. 

La necesaria ayuda internacional, es cada día más deficitaria, debido a las sanciones impuestas y en el caso de la pandemia, la necesidad clama atención para el país, que ha perdido vidas dedicadas a la ciencia en distintas disciplinas y en la pluralidad de oficios.

La prevención es una ilusión. Los hospitales  y centros  de atención sanitaria  en todo el país,  desde hace  tiempo soportan una carencia de insumos básicos para garantizar un buen servicio. Tal situación, ha incidido en muertes inútiles y sentidas, y es la falta de un sistema creíble de salud, lo  que obliga la utilización de donaciones llegadas desde China, cuestionadas por su baja calidad científica. 

En tal sentido,varios países de la Comunidad Europea, se vieron forzados a devolver parte de esos  envíos al principio de la pandemia, debido a su poca confiabilidad  para aplicar exámenes de comprobaciones virales. En Venezuela, se garantizó su utilización y los resultados en muchos casos  resultan ambiguos, limitando la aplicación a tiempo, de los respectivos protocolos.

A esta vulnerabilidad de los equipos, se suma, la centralización de las muestras y la tardanza para llegar a la provincia destino de las mismas desde Caracas, constituyéndose en un nuevo percance frente al creciente número de contagiados.

 Frente a esta compleja situación hospitalaria  persiste la crisis  nutricional, derivado de la incapacidad para acceder a la adquisición de alimentos, amén de otras variables constitucionales; como falta de  agua, electricidad y la inseguridad, que encuentran ahora, una bomba inflada y enrojecida en la mecha, por la falta de gasolina, acordeón de funestas e imprevisibles consecuencias. En conjunto, muestran un  deteriorado cansancio tanto los usuarios como los  responsables de garantizar el suministro del combustible.

 Lucen erráticos en extremo. Una orden impartida  por quienes se encuentran frente al operativo del suministro y organización concluye en un  desorden inmenso. Una orden, seguida de una contraorden  y cada una más enredada que la primera. 

Venezuela, aun así mantiene un halo de esperanza para superar su depauperada situación. Y mantiene  ese halo,pese a tanto maltrato al ciudadano. 

Casos concretos de suma preocupación son, los centros de atención a pacientes llegados desde otros países.Un trato cruel, que incluye al sacerdote Numa Molina,quien utilizo lamentables frases para los migrantes de vuelta. Al escucharlas, entendimos que de verdad  estamos mal como sociedad. Tan desafortunada opinión, restó credibilidad a su condición de pastor. Un infeliz servidor convertido en un militante más.  

 La problemática de la pandemia, incluye las cifras, dadas por el gobierno a través de sus diferentes voceros. Cifras que se afincan, en la improvisación. Santo y seña que identifica todo cuanto asume, enturbiado por la indisciplina e incapacidad para abordar los temas esenciales de la gobernanza. 

 Esta  débil por decir lo menos, de la gobernabilidad se ha topado con comunidades organizadas  que han tomado  acciones para resguardarse de sus problemas, afectadas por calamidades distintas. Con esas acciones han asumido la defensa de sus intereses ante el gobierno replegado por el incumplimiento de sus funciones. Se ha privatizado entonces, obligaciones de áreas vitales como la economía.

Con singular éxito, la solución de  problemas en este sentido,en manos de terceros organizados en ONGs y otras instancias, ha logrado en muchas comunidades a lo largo y ancho del territorio nacional, alcanzar resultados satisfactorios. Se convierten estas iniciativas, en faro de luz brillante, para potenciar la marcha de acciones y respuestas y enfrentar los desafíos, sociales, económicos y culturales, entre otros. 

También la empresa privada, ha enarbolado actividades de emprendimiento aupando iniciativas,  que a pesar de la caotización  creada por el gobierno, crecen cada día generándose empleos en contraposición a un fallido estado; gigante, atrofiado y paquidérmico en cuanto resultados oportunos para el desarrollo y estabilidad social.  

Reinventarse en todos los órdenes de la vida, conforma un cuadro interesante a nivel nacional, que comenzamos a visualizar en la construcción de una democracia fuerte, libre, inclusiva y colaborativa. Una democracia, donde cada venezolano, con opciones de éxitos, debe robustecer una promisoria cosecha de libertades; soñadas antes y realizadas, ahora.  

El país, emerge en medio de la penumbra, encendida con múltiples posibilidades que deben traducir el compromiso de la unidad y la lucha al logro, consolidando de esta manera, la reinstitucionalización, que nos apremia. 

Un tiempo oloroso a guayaba recién cortada desde su amplio y generoso tallo. 

 

Eneida Valerio / @eneidavalerio

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