REFLEXIONES| Venezuela, el resto en dos entregas. Por Luis Acosta

Con la llegada de Luis Herrera se apareció el Viernes Negro. Del país hipotecado, se salto a la nación devaluada. Los dineros de las cajas chicas y las del tesoro se acabaron. De las Reservas Internacionales solamente quedó el oro y los bolívares tenían que multiplicarse en el cambio ante el dólar. Desde luego, de un dólar a bolívares 4,30 al final del 83, había que entregar Bs 20 por cada dólar en 1984. Como consecuencia de todo el alboroto de la moneda, la envión financiera hacia el alza estaba en los mostradores de los bancos. Las Casas de Cambio se activaron y la especulación se afincó en el ambiente monetario. 

Sale Luis Herrera del ruedo político en 1984 y le toca la Presidencia a Lusinchi, quien lucía ser un boxeador de poco “punch” y escasos recursos para la cotidianidad de la escena presidencial en momentos de mucha dificultad. De sonrisa simpática y agradable pero, como el Dr. Cienfuegos, era incapaz de matar una mosca, Alejandro Fuenmayor en su Libro Mantilla dixit. De suerte que todo se encaminó hacia la turbulencia pues Lusinchi no traía ni método, ni trabajo. El petróleo ya no podía alimentar al país, los sindicatos presionaban y la gente fuerte de Acción Democrática no visualizaba a luz al final del túnel. 

Mientras tanto, Carlos Andrés se prepara para ganar la presidencia del próximo período 1989-1994. Busca a los mejores y comienzan a sonar los nombres de los técnicos Ricardo Hausmann, Moisés Naím, Gerver Torres, Miguel Rodríguez, Carlos Blanco y otros muchos provenientes de la Gran Mariscal listos para el gabinete a montarse en la vía del impulso desarrollista, seguros del triunfo adeco. Con Energía y muchas fuerzas, Carlos Andrés gana las elecciones. Se encarga su gobierno de un país sin recursos y con obligaciones perentorias por pagar de la deuda externa; por tanto, aumenta la gasolina y, de inmediato surge el llamado Caracazo. Bochinche y bochinche era lo que se oía en las plazas, en los cementerios, en el valle de Guarenas, en Maracaibo, Valencia y en todo el país. La jugada tomó rápido importantes proporciones. A esto se añadió la sempiterna presencia de la anarquía; si no, preguntémosle a Miranda: muerte, saqueos, desorden, asaltos, plomo, peleas callejeras por el botín; todo valía. Pero la cosa no queda allí. En febrero de 1992, cuando el país comenzaba a mostrar síntomas de robustez económica, Chávez “incendia” el país con una revuelta armada contra el gobierno de Carlos Andrés. Fracasa y cae preso junto con algunos de sus adláteres pero adelanta su famosa proclama “hemos tenido un fracaso, por ahora”. Chávez es trasladado al Helicoide y después a Yare. A esto agregamos que, en noviembre de ese mismo año, aparece Hernán Gruber Odreman encabezando otro alzamiento, que involucró a la aviación. También fue controlado por el gobierno y algunos de los alzados huyen del país.

Nuevas escaramuzas, maniobras y estrategias políticas se mueven. Carlos Andrés es acorralado. A esas alturas, la Corte Suprema de Justicia, previa solicitud del Fiscal General de la República, Dr. Escobar Salón, decide que existen suficientes elementos para enjuiciar al Presidente. Carlos Andrés renuncia y le da paso a Ramón J Velázquez quien es escogido por el Congreso para garantizar la culminación del Periodo presidencial y la Campaña Electoral en curso. Esta Campaña Electoral dio como resultado el triunfo de Rafael Caldera para su segunda Presidencia. 

Este ejercicio presidencial arranca con una crisis financiera sin precedentes proveniente de malos e indebidos manejos de la cartera bancaria que arrasa con la mitad del sistema de ahorro nacional. Mil cien millones de bolívares, es decir, el 12% del producto interno bruto del año es lo que significo esa cifra. Debido a la baja de los precios del barril de petróleo, fue necesario un importante recorte presupuestario y hubo que acudir al FMI para solicitar un préstamo que fue otorgado pero del cual se hizo uso solo parcialmente debido a la excelente gestión conseguida por PDVSA. Surge el Plan Sosa dirigido a resolver la crisis financiera a través de una amplia reforma fiscal que incluyó un control de cambios que duró hasta abril de 1996. El resultado de la gestión financiera durante los años 95-98 fue un crecimiento neto del 10%, sin embargo, el año 98 fue de crecimiento negativo (0.11%) lo cual le dio más gasolina al ambiente político en el país. 

Por otro lado, se le da vida al Hospital Materno Infantil, a Proal y al plan Cariño para la Ciudad. Se concluye la represa de Camatagua II y Taguaza; Se termina la Línea III del Metro de Caracas y se adelanta el ferrocarril Caracas-Cúa. También, el complejo hidrológico Yacambú-Quibor, los museos Borges y Cruz Diez, y varias otras obras de infraestructura. En lo social-laboral se logra la firma de un acuerdo tripartito entre empresarios, trabajadores y el Estado con el fin de modificar el régimen de prestaciones sociales y la seguridad social. Se crearon los fondos de pensiones que permitiría, entre otras cosas, la construcción masiva de viviendas. Esto fue absolutamente congelado por el nuevo próximo gobierno.

Igualmente, haciendo uso de la Ley de Amnistía vigente decretada por Pérez, Caldera indulta a los cabecillas de los intentos del golpes de estado pero, inexplicablemente, o por la falsa creencia de que podía ganar las elecciones del 98 al candidato opositor, no inhabilitó al Sr Hugo Chávez, y este, que solo tenía 4% de aceptación popular en 1997, ganó la batalla electoral en diciembre de 1998 por un amplio margen.

 

Luis Acosta

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